miércoles, 19 de febrero de 2014

¡Pobres los maestros!


Que venida a menos está la condición de ser maestro en el Perú. Soy maestro, pero si les aseguro que no del montón. Digo no del montón porque lamentablemente ese espacio lo ocupan un numeroso grupo de maestros con incapacidad para desmentir que su condición no la hizo la ocasión sino su vocación.
 
Hoy en día hay docentes o profesores, pero la educación requiere de maestros porque no basta enseñar sino educar. Cuando se educa la tarea atiende las necesidades de nuestros educandos en cuanto a su saber, hacer y ser. Pero, la atención no queda inscrita en un papel a modo de documento de programación curricular sino en la preocupación diaria por identificarse con sus alumnos para conocerlos al punto de guiar sus aprendizajes, acciones y conductas que no están siempre directamente relacionadas con un programa curricular. Cuando se está en contacto con niños y adolescentes, la convivencia maestro – alumno  obliga al maestro, por su vocación, a conocer de su alumno cuánto sabe, no sabe, acierta, se equivoca, no controla, no comunica, calla, se excede, quiere saber, qué lo alegra, qué lo entristece, qué mas hace, y demás situaciones capaces de ser medidas u observables no sólo a nivel del conocimiento sino a nivel del uso o ejercicio de su potencial a través de su conducta o comportamiento. Penosamente, los del montón nada, no quieren saber o no entienden lo que hasta acá puedo decirles.
Las instituciones educativas sustentan su oferta o propaganda de su servicio educativo en la formación integral de quienes pasan o pasarían a ser parte de su comunidad. Sin embargo, es fácil desmentirlos porque la sociedad se abunda de hombres y mujeres cada vez más indiferentes a lo que puedan estar padeciendo o solicitándoles quienes tienen a su lado.
Vista la realidad en la que convivimos, la educación de quienes son las próximas generaciones a liderar esta sociedad, no debe bastarse de cuánto pueda medir el saber de un niño o adolescente sobre números y operaciones o palabras y sus sinónimos, sino de calidad humana, claro, en la que los conocimientos no se dejan de incluir.
Entonces, las autoridades deben dejar de creer por sí mismos o por influencia de sus asesores que el cambio de términos pedagógicos, o una posible simplificación del diseño curricular nacional, o la inversión en una propaganda comercial para el buen inicio del año escolar con el rostro de un personaje del mundo artístico, serán suficientes razones para motivar y reeducar a los profesores. Nuevamente, se equivocan. Mientras no haya apertura para entender y comprender que se necesita urgentemente reeducar al docente en los vacíos de su formación magisterial como modelo de vida, se seguirá inflando un globo al que le aparecen cada vez más y más agujeros.           
Aprovecho la ocasión, ya que soy maestro y, por ende, defensor de la condición de quienes somos colegas, para protestar y rechazar el comercial televisivo de la empresa METRO en la que se hace mofa del rol docente en la elaboración de las listas de útiles escolares.
¡Pobre lo maestros! Si, pobres en el sentido de lo que aún no se nos reeduca y, a la vez, obliga. Pero no por ello, le está permitida a otros una mofa porque en un supuesto derecho, éste se acaba en el que le asiste no sólo a la otra persona sino al maestro.

viernes, 14 de febrero de 2014

Lo que sirve de ocasión


 

Dicen por ahí que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Yo diría que sí sabe lo que tiene, lo que pasa es que no le sirve para la ocasión. Mientras tanto, ahí queda, se abandona, no se mira y lo que menos importa es si a otro le importa.
Si una relación amorosa se acaba, recién se quiere decir “te amo”. Si una relación familiar se deteriora, también, recién se quiere decir “te amo”, claro que en distinto sentido al anterior. Si una relación amical se daña, recién se quiere decir “no debí, perdóname”. Si un trabajo se pierde, recién se quiere decir “denme otra oportunidad, le juro que esta vez voy a esforzarme”. Si otros perdieron la confianza en uno, recién se quiere decir “prometo que volveré a ganarme su confianza”. Si algo material se pierde o daña, recién se quiere decir “debí dárselo a alguien que pudo haberlo necesitado”.
Una casona barranquina parecía caerse a pedazos por su abandono. Según sé, sus propietarios poco o nada pueden o pudieron hacer por remediar su estado. Tal vez, se crea que por desinterés o falta de dinero, pero NO es así. Existe hoy un Ministerio de Cultura cuyo órgano dependiente o constitutivo es el INC (Instituto Nacional de Cultura) con sumo poder de intervención, no sólo sobre la propiedad pública sino privada. Sí, sobre la propiedad privada si ésta ha sido “maldecida”, perdón, digo “bautizada” como un supuesto inmueble de patrimonio cultural, y cuyos propietarios quedan conminados a “no hacer”, “ni deshacer” sobre la misma. En el colmo de la irracionalidad el verdugo del INC, tampoco, “no hace”, “ni deshace”. Entonces, ¿qué de cultos son aquellos sobre la cultura que se quiere preservar?
La casona, vista como una más de las “casas viejas” del distrito que como un patrimonio cultural, empezó a relucir por sus detalles arquitectónicos que la corrosión, suciedad y abandono la deslucían. Por supuesto, no creí en la sorpresiva iluminación del don de la inteligencia de quienes personifican el INC, pero si creí en la de quienes personifican la autoridad administrativa del distrito. En lo primero, acerté. Sobre lo segundo, erré. No era ni acontecía otra cosa que “lo que sirve de ocasión”. Es decir, perdí mi tiempo en destacar don alguno porque sólo era la ocasión de alguien para el lucro, y la ocasión oportuna de otros para engañar sobre un trabajo y bienestar comunal que en realidad no se hace ni existe.
Hoy, la casona luce, digo se desluce por su ruina y porque ya no sirve de ocasión. ¿Cuál es la cultura que se preserva?
Lo expreso es real. Habría que imaginar o ponerse a pensar qué tantas otras cosas están sirviendo de ocasión, y qué tantas otras no lo sirven, porque ha llegado el momento de detener el deterioro de nuestra calidad humana, social y cultural.