sábado, 28 de febrero de 2015

¿A qué hora me atienden?


Sorprenderme por las “colas” a las que, en su mayoría de veces, calladitos nos solemos enlistar cual autómata y sin preguntar su por qué o para qué, ya no se deben a un reclamo.

Sin embargo, si debo levantar mi voz de protesta frente a un hecho recurrente y doloso que viene sucediendo en la oficina y/o agencia bancaria del Banco de Crédito – BCP ubicada en la Cuadra 1 de la Av. Armendáriz en el distrito de Miraflores; ya que en dicha agencia parece ser que no se practica lo que en otras del mismo banco si saben hacerlo muy bien, y me refiero a la atención de quienes no somos sus clientes “comunes” o “de banca exclusiva”.

Por circunstancias ajenas a mi elección, y por segunda vez, tuve que hacer un depósito bancario, y de ironía, en cuenta de uno de sus clientes. Ingresé y me ubiqué de acuerdo a mi condición de “visitante o usuario” al no ser “cliente”, menos uno de “banca exclusiva”. Hasta aquí, nada que reclamar, entendiendo el sentido de su organización y orden. Pero, volvió a repetirse el hecho de estar en cola de “visitante o usuario” sin ser atendido; obligándoseme a soportar el desfile tras desfile de sus clientes y los de banca exclusiva, a punto tal que una de las jovencitas cajeras dejó de atender la ventanilla para salir a enseñarle a un cliente de “banca exclusiva” cómo retirar dinero por cajero automático. Más que enfadarme, y viendo que los otros jovencitos cajeros proseguían atendiendo sólo a los clientes del banco, me esperancé en ser atendido por ella al volver, pero no fue así. Retornó a su ventanilla y “ni bola” a los visitantes o usuarios. Es importante aclarar que la sola y única cola hecha larga, y en espera, era en la que me tocaba estar.                       
                      
Decidí reclamar. Encargué mi lugar en la cola y me apersoné a una señorita que parecía tener algún cargo. Le dije que permanezco en una cola que me está obligando a ver la llegada y salida del banco de mucha gente sin que la demás personas y yo seamos atendidos. A lo que textualmente contestó: “el tiempo de espera de los visitantes o usuarios es distinto al de nuestros clientes”. ¡Plop! – exijo una explicación. Refuté al preguntarle cuánto era ese tiempo de espera porque en mi caso llevo más de lo que un tiempo de espera es tolerable. No me respondió, y puso gesto de quien quiso asustarme. En ese mismo instante, se oyó por ahí una voz: ¡pase visitante! Era mi turno. Después de tanta ingrata espera pude hacer el depósito. Por los hechos relatados sonaba a ironía que la cajera me dijera lo que memorísticamente suelen repetir: “Señor, ¿en alguna otra operación lo podemos atender? No, señorita. – le dije. No he sido bien atendido – agregué. A lo que me miró con una “carota”, sí esa misma que suelen ponerme las cajeras de los supermercados cuando le digo que no quiero donar parte de mi vuelto.


                                                                   
                                                                                 Edgar Andrés Cuya Morales
                                                                                               Pedagogo            


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