lunes, 20 de julio de 2015

“No te equivoques… NO es un saludo a la bandera”



La bandera es un símbolo patrio. Y, si se trata de explicar el sentido de su valor como tal, sólo hay que intentar enumerarla junto a los demás símbolos patrios para saber que la bandera va siempre primero. De preguntarse por qué, intente todas las posibles respuestas inteligentes, y habrá explicado el valor patriótico de la bandera.

Se ha visto y oído que cuando la conducta ciudadana es indeseable, frívola e inestable, suele decirse, a quien la ejerce de ese modo, que “NO TIENE BANDERA”. No siendo esta frase inoportuna, sino poderosa en su interpretación sencilla para definir el valor de “SÍ TENER BANDERA”.

Por otro lado, a pesar de haberse tratado la lección, se sigue viendo y oyendo a compatriotas refiriendo nimiedad y catalogando de embuste al acto del saludo a la bandera. Se ve y oye decir: “Nada ha hecho de lo que dijo o prometió el alcalde, sólo fue un saludo a la bandera”

En el colegio aprendí a saludar a mi bandera. En el colegio se sigue aprendiendo a saludar a la bandera. Entonces, es imperdonable que alguien pretenda decirme o decirle a la niñez y adolescencia que ello “NO TIENE VALOR” a cada momento que pretendan referir un engaño o artimaña de tanto posible embustero elegido para un cargo público en este país.

Como están las cosas, es cierto que no es más peruano quien saluda a la bandera. Tampoco, quien abandera su casa o auto en el mes de Julio. Pero, ambas cosas son distintas si en opinión coloquial o formal se pretende comparar al acto del saludo a la bandera como un ardid o burla. Lo que sucede es que estamos mal acostumbrados a repetir por repetir "frasecitas" que van y vienen de boca en boca sin darse un alto a la revisión o análisis de su sentido, contenido o relevancia. Sobre las mismas, no podría negar haber sido contagiado por algunas “frasecitas” o “expresiones”, y las que mantengo en el vocabulario dentro de una conversación para sintetizar o ejemplificar ideas u opiniones, así como endulzar o amenizar la conversación, pero no la del saludo a la bandera. Ahora bien, han aparecido tantas que no repito ni de vainas porque no es que me haya quedado en el tiempo, sino que el sentido de la lógica y raciocinio salta, cual llave termomagnética de corriente, impidiendo repetirlas. No soy un genio ni creo serlo. Soy un sencillo hombre con vocación de maestro intentando seguir aprendiendo y enseñando, si quiera a una persona, a cómo ser mejor hijo, hermano, padre, ciudadano, compañero, etc.


No pretendamos mostrarnos ante los demás como reales patriotas o mejores peruanos con la bandera izada en el techo de nuestras casas o el techo del auto, sino con los distintos actos de humanidad que podamos demostrar cada vez que tengamos a alguien enfrente.    

jueves, 16 de julio de 2015

¡En ese colegio no le enseñan nada!




Se oye decir a alguien, refiriéndose a su hijo: ¡en ese colegio no le enseñan nada! Sin duda alguna, y siendo realistas, algo o mucho de razón ha de tener.

Ahora, refutar lo dicho, y siendo realistas, no resulta cosa sencilla, sobre todo cuando se tiene esa mala costumbre de generalizar cualquier posible equivocación o error de una persona por todas las demás que no se equivocaron ni erraron. Y, ni siquiera el argumento de “justos por pecadores” sería aplicable porque se cometería injusticia tanto al justo como al pecador; ya que cabe la posibilidad que a éste último lo victimicen los justos. En fin, hay que empezar por autocorregirnos en este aspecto; por ejemplo, a la hora de florecer la impetuosa pretensión de querer “calificar” a alguien, sobre todo a quien puede ser físicamente uno, pero representativamente muchos por la labor ejercida.

Volviendo a lo que se dice del colegio, solicito a los señores Directores y profesores poner atención a lo que en una conversación entre madres de familia se oye decir sobre sus colegios; por entendido su trabajo:
- ¡Lo voy a cambiar porque no le enseñan nada!
- ¡En el que estuvo antes no le enseñaban mucho, pero acá está peor que el otro!
- ¡El otro año vamos a hacer un esfuerzo para ponerlo en uno particular!
- ¡A mi hijo si le enseñan bien, “gracias a Dios” le ha tocado un profesor bueno!
- Etc.

Les aseguro que sí lo saben, pero no hay colegio que tome en cuenta lo dicho al no hacerse notar con la explotación de sus fortalezas y el ejercicio de haber empezado a reeducarse en lo que les exige su condición de modelo de vida frente a niños y adolescentes. Caso contrario, se oiría menos eso que suelen decir las madres de familia sobre muchos y tantos colegios.    

En lo que respecta a “no le enseñan nada”, lógicamente es una frase extremista, no cierta e inaplicable si se trata de calificar a la institución educativa y a su profesorado, pero si atendible por cuanto existe personal docente a quienes, “como anillo al dedo”, le pueda quedar alguna de las siguientes reflexiones:
- La vocación de maestro no tiene ni cuenta años de servicio.
- El ejercicio docente no lo elige otro sino usted; entonces, no culpe a otros ni reniegue de usted.
- No repita lo mismo. Enseñe lo mismo.
- No sienta menos ni más que algún otro colega. La docencia nos hace cada vez más sencillos a la par que más aprendemos a enseñar.
- Lea, comprenda y discuta con sus alumnos. No los obligue a pensar como usted.
- Asista a tiempo.
- Luzca siempre elegante, pero no rimbombante ni huachafo.
- Guárdese el mal humor o el chisme para cuando llegue el día sábado.
- No ponga piedras en el camino. Quítelas usted solo(a) o ayude a otros a quitarlas.
- Intente oírse al hablar. Si lo hace o no, corríjase en hablar para ser entendido(a).     
                                                                                                     
                                                                                                                   Continuará…

       

GENTE DE… “miércoles”



Que alguien se haya sentido “horrorizado” al leer publicada la frase “el peor enemigo de un peruano es otro peruano”, y por ésta habérsele despertado un repentino patriotismo en defensa de “su gente”, no fue más que un escándalo de quien, en su mayoría, autosatisface el ego y se reconforta al creer que está haciendo un bien a los demás. Entonces, habría que hacerle saber a esa persona que tanto escándalo no fue más que señal de su posible egoísmo al no haber reparado en el sentir y pensar de muchos otros tantos compatriotas a los que les “toca” tener que “soportar”, en su día a día, a tanta gente de.. “miércoles”, y que es otro compatriota. Del mismo modo, al mantenerse distante a las causas de tanta irracional o cavernícola conducta de cada vez más peruanos.

-   ¡Ay, ¿cómo se atreven a publicar que el peor enemigo de un peruano es otro peruano?! – Exclamó un señor.

-        ¡Qué horror!, ¿dónde estamos? – Añadió.

-  ¡Están locos esos publicistas!, ¡unámonos de inmediato en una campaña contra quienes publicaron esa barbaridad! – Aparentemente muy mortificado, terminó por exclamar el señor.

-        ¡Riiiiiing…! – Suena el teléfono del señor.

-         ¡Aloooó…! – Contesta el señor.

-   ¡Papá, papá… me acaban de romper el vidrio de la luna del carro, abierto la puerta y arranchado la cartera, mi Mac y demás! – Gritaba asustada la hija.  
  
-       ¡Esos malditos conch…! – Eufóricamente respondió el señor.

-       ¿Y la policía? – Le preguntó el señor a su hija

-       ¡No había ninguno! – Contestó la hija.

-       ¡Esos hijos de p…! – Eufóricamente respondió el señor.

Tras lo sucedido,  alguien se atrevería a preguntarle a ese señor o a su hija sobre “peruanidad”, “patriotismo”, “ponle corazón”, “¿somos gentiles los peruanos?”, etc. Se atrevería ese mismo señor a preguntarle a su hija sobre el dichoso cartel de “el peor enemigo de un peruano es otro peruano”.

Qué fácil es ver las cosas desde la vereda de al frente, ¿no? Pues, al parecer es así como la mayoría se mantiene ante la desgracia ajena. Y, ante la prosperidad de otros, lo más cercano posible para hacerlos caer en desgracia. No sé si así fue siempre, pero lo que sí sé es que nos toca vivir un tiempo donde a nadie parece interesarle que hayan tantos peruanos convirtiéndose en  Gente de… “miércoles” al seguir decayendo en la irracionalidad, salvajismo, vandalismo, egocentrismo, individualismo, etc.                
            


               

viernes, 3 de julio de 2015

Así quieran darnos con chicote, ¡Feliz Día Maestro!



Se puede oír a muchos decir rimbombantes halagos sobre ser maestro, e irónica y generalmente, no siéndolo casi ninguno. Tal vez, así debe ser si nos la creemos que se trata de un reconocimiento por parte de quienes alguna vez fueron alumnos. Pero, vista la intención del Ministerio de Educación al hacernos creer que artistas, periodistas, cómicos  y demás personajes, se han unido, a voluntad propia, para expresar un agradecimiento a los maestros del Perú, esa si no se la creo.

Al maestro con cariño, no con chicote. Al maestro con respeto, no con abuso, y sin discriminación, olvido o susto.

La imagen del maestro está venida a menos y, tal vez, sea en parte culpa propia, pero es inaceptable que se consienta a otros hacerla menos. Se ha permitido a entusiastas y partidarios, de cuanto derecho humano pueda existir, no reparar en el malentendido ejercicio de los mismos, a extremo tal, que cualquiera se siente en capacidad de maltratar al maestro, denunciarlo, amenazarlo y/o llevarlo ante los tribunales. Está hecha una pandemia la idea perversa de creer que si alguien pudo errar, a todos hay que juzgar y culpar. Y, es justamente frente a este tipo de hechos donde no aparecen defensores del maestro. Menos, en imagen y voz hecha pública, del señor o la señora de la propaganda que hoy anda circulando por los medios sociales, y ni que decir del Ministerio o su Ministro. Por eso, y por mucho más, no se la creo.

Se suele decir que no hay mejor recompensa para el maestro que ser el espectador de los triunfos de sus alumnos. Se suele decir que la docencia es la más noble de las profesiones o casi un sacerdocio. Se suele decir tantas otras cosas que siguen llevando al maestro a la motivación para no desmayar en su tarea educadora. Pero, todos quienes no son maestros, y si fueron alumnos, deberían poner atención a lo que siente y quisiera decir aquel maestro de escuela pública que sabe aguantarse las inclemencias del tiempo, la geografía y de una escasa economía personal, de su escuela y de sus alumnos, y todo por una vocación de servicio a los demás.

Que cabe un mea culpa del maestro, está por entendida. Que hay quienes han desvirtuado la tarea educadora, es cierto. Que hay quienes son maestros por “ocasión” y no por “vocación”, es una realidad. Por eso, no redundo en halagos, sino en afirmar que mucho hay por hacer, rehacer o cambiar, tanto en el indefinido modelo pedagógico del que se hace una falsa gala, como en la desorientación pedagógica en la que aún se mantienen muchos profesores que fueron obligados a hacer lo que no se les supo enseñar. No por ello, dejo de reconocerlos y obligarme a decirles este 06 de Julio: ¡FELIZ DÍA MAESTRO PERUANO!                                         

      

¡Oiga señor Presidente, me muero de hambre!


Saber que la quinua dejó de estar al alcance de los que menos tienen, a razón de tanta “propaganda política”, da coraje. Saber que el Perú se publicita como el país de las oportunidades, ante el privilegio de su variada y rica producción en alimentos, también da coraje; más, si se sabe que hay compatriotas saciando el hambre con un menú que usted ni yo podríamos imaginar comer.
Si ese grupo de hermanos fueran pocos, cualquier gobierno de turno hubiese atendido tan penosa realidad. Pero, no son pocos, y más son niños y ancianos. Es más, habría que reprochar si alguien dijera que lo fue casi todo el país, y que ahora son unos cuantos. Según la realidad, parece que a ningún gobierno le ha interesado realmente sacarlos de la pobreza. Todo gobierno dice que gobernará por y para los pobres, pero no sé a qué “pobres” se refiere porque siguen habiendo hermanos que sobreviven en este país abandonados por el Estado en esa extrema pobreza.
Si no hay para comer, menos habrá para otras cosas de las que los demás solemos jactarnos. Es imperdonable que la imagen adjunta a este comentario sea la fotografía de una realidad que viven muchos peruanos, pero que no se publicita, no se comenta, no se habla o no interesa, a menos que les sirva a algunos personajes de medio para “conmover” a su público sobre un interés distinto al de sacarlos de tal miseria.
No se trata de que mañana mismo se les haga llegar una camionada de alimentos. No se trata que un programa televisivo elija a una familia y los lleve a un set para mostrar públicamente su pobreza a cambio de regalos. No se trata que usted deje de comer para darles a los más pobres. No se trata de que se bloqueen carreteras o se provoquen disturbios. De lo que se trata es que ya no nos dejemos “engatusar” con tanto personaje que se pueda autoproclamar  “el emancipador de los pobres”, o de tanto personaje chistoso, escandaloso, malcriado, exhibicionista, loco, mediocre, borracho y demás, que se suelen postular a un cargo público, ganándolo con un número alto de votaciones.     
Oiga esto señor Presidente, hay peruanos muriendo de hambre, frío y sed.  De todo cuanto pueda necesitar el país, urge la educación. Hay que dejar de engañar o de refregarle en la cara del pobre su pobreza cada vez que usted se “hace de la vista gorda” y consiente a otros aprovecharse de los pobres cuando les roban lo que es suyo, les venden lo que fue suyo, les roban sus ilusiones y les venden lo que nunca será suyo. ¿Comprende lo que acabo de decirle?                                    


miércoles, 1 de julio de 2015

¡Prohibido detenerse, ORDEN DE DISPARAR!



Que los actos delictivos son cada vez más frecuentes, es cierto. Que, por lo anteriormente afirmado, la seguridad ciudadana está amenazada, también es cierto. Pero, no hay nada más cierto que reconfirmar la indiferencia e incapacidad cognitiva de tanta gente a quien le ha quedado extra grande la asignación de un puesto o cargo.

Hoy, es increíblemente aterrador oír, a los alcaldes de algunos distritos de Lima Norte y Sur, la petición de la presencia militar en sus calles. Y, sin reparar en lo poco razonable o inteligente que se muestran a la población, detonan argumentos que ni así, podría dárseles la razón para que la ciudad sea convertida en un lugar donde, no sólo los delincuentes son los que atemoricen a los ciudadanos, sino los militares.

La vida militar se lleva en los cuarteles. La vida civil en la ciudad. Un distrito bien puede ser una ciudad. En la ciudad su autoridad máxima es el alcalde. El alcalde ejerce autoridad administrativa, y a ésta le merece el acompañamiento de la autoridad policial, judicial, eclesiástica, empresarial y demás que, en su conjunto, deben velar por todo cuanto signifique calidad de vida de sus pobladores.

Por los hechos, se ha malentendido a la política como el medio para hacerse del “goce de poder” a costas del engaño y la falsa promesa a ingenuos creyentes de la existencia de un emancipador de “los que menos tienen”. Y, sin serlo todos, pero si la mayoría, hay quienes… “sólo gobiernan para la foto”.

En el gobierno de los municipios, todo indica que no hay alcalde que haya pensado en “contribuir” con las comisarías distritales. Vista la realidad de muchos distritos, se ha invertido tanto en un servicio de Serenazgo que poco o casi nada contribuye a la seguridad ciudadana. Es más, hay alcaldes que siguen “disparando al aire” al seguir invirtiendo en la adquisición de nueva flota de vehículos, equipamiento y contratación de personal de Serenazgo, sin importarle el valor, eficiencia y eficacia del objetivo de los mismos, ya que su único interés no va más allá de ganarse la simpatía y futuro voto del vecino. Y, a coincidencia, son algunos de los que están clamando la presencia de los militares en sus distritos, no dándose por enterados que lo que claman y proclaman es su ineficiencia.

A la policía se la respeta. A los militares también. Pero, si se trata de explicar cuál sería la actuación de un soldado en las calles de una ciudad, sólo habría que darle una posible interpretación a lo siguiente: ¡Prohibido detenerse, orden de disparar!