miércoles, 1 de julio de 2015

¡Prohibido detenerse, ORDEN DE DISPARAR!



Que los actos delictivos son cada vez más frecuentes, es cierto. Que, por lo anteriormente afirmado, la seguridad ciudadana está amenazada, también es cierto. Pero, no hay nada más cierto que reconfirmar la indiferencia e incapacidad cognitiva de tanta gente a quien le ha quedado extra grande la asignación de un puesto o cargo.

Hoy, es increíblemente aterrador oír, a los alcaldes de algunos distritos de Lima Norte y Sur, la petición de la presencia militar en sus calles. Y, sin reparar en lo poco razonable o inteligente que se muestran a la población, detonan argumentos que ni así, podría dárseles la razón para que la ciudad sea convertida en un lugar donde, no sólo los delincuentes son los que atemoricen a los ciudadanos, sino los militares.

La vida militar se lleva en los cuarteles. La vida civil en la ciudad. Un distrito bien puede ser una ciudad. En la ciudad su autoridad máxima es el alcalde. El alcalde ejerce autoridad administrativa, y a ésta le merece el acompañamiento de la autoridad policial, judicial, eclesiástica, empresarial y demás que, en su conjunto, deben velar por todo cuanto signifique calidad de vida de sus pobladores.

Por los hechos, se ha malentendido a la política como el medio para hacerse del “goce de poder” a costas del engaño y la falsa promesa a ingenuos creyentes de la existencia de un emancipador de “los que menos tienen”. Y, sin serlo todos, pero si la mayoría, hay quienes… “sólo gobiernan para la foto”.

En el gobierno de los municipios, todo indica que no hay alcalde que haya pensado en “contribuir” con las comisarías distritales. Vista la realidad de muchos distritos, se ha invertido tanto en un servicio de Serenazgo que poco o casi nada contribuye a la seguridad ciudadana. Es más, hay alcaldes que siguen “disparando al aire” al seguir invirtiendo en la adquisición de nueva flota de vehículos, equipamiento y contratación de personal de Serenazgo, sin importarle el valor, eficiencia y eficacia del objetivo de los mismos, ya que su único interés no va más allá de ganarse la simpatía y futuro voto del vecino. Y, a coincidencia, son algunos de los que están clamando la presencia de los militares en sus distritos, no dándose por enterados que lo que claman y proclaman es su ineficiencia.

A la policía se la respeta. A los militares también. Pero, si se trata de explicar cuál sería la actuación de un soldado en las calles de una ciudad, sólo habría que darle una posible interpretación a lo siguiente: ¡Prohibido detenerse, orden de disparar!                             

                                              

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