viernes, 27 de noviembre de 2015

¡Pantallazo!



A inicios del ejercicio docente se me obligó a participar del pantallazo. Aquel que debía mostrarse en público para satisfacer o agradar a quienes también se conformaban con todo lo que se le apantalle frente a sus ojos, oídos, gusto, tacto y olfato.  

El pantallazo exigía enorme trabajo y el doble de esfuerzo porque había que mostrar lo que débil y precariamente  “se hacía” o, en el peor de los casos, “no se hacía” en la escuela, pero obligatoriamente tenía que mostrarse para apantallar a las autoridades educativas.

Con la ocurrencia de “Olimpiadas”, “Expo-Ciencias”, “Feria Gastronómica”, “Concurso de Ambientación”, “Festival Folclórico” y demás, estábamos obligados a apantallar una muestra, a modo de resultado, de una supuesta habitual práctica docente en la escuela, y que no ocurría en la realidad.

Ya me pesa a mí tan sólo recordar el peso de la carga puesta sobre las espaldas de los profesores al tener que apantallar tantas “ocurrencias de cumplimiento obligatorio” en un mismo año escolar y, además, con repetición de año tras año.

El pantallazo se ha vuelto una práctica habitual en las escuelas. No en todas, pero si en las que basta observar a niños y adolescentes repitiendo de memoria vagos discursos de ciertos temas de lo que conscientemente no tendrían ni idea. Del mismo modo, mirando a otros moverse en desorden sobre un espacio, pero no danzar. De igual manera, cuidándose un ambiente que después del concurso al que estuvo sujeto, brillará por su descuido o abandono total. Y, ni que decir, de las exigencias en la presentación personal del alumno, mobiliario y demás, que se terminan justamente cuando acaba cualquier presentación oficial. Es decir, apantallándose un saber, hacer y ser, que no ocurre en la realidad.

En las escuelas públicas se vive a sobresaltos porque no se les deja ejercer la autonomía. Son tantas las disposiciones de la UGEL, DRELM o MINEDU que, en su carácter obligatorio con las que se impone, no deja ejercer la autonomía institucional  en contradicción a lo prescribe la propia Ley de Educación. Se ha sembrado en el profesorado el miedo a la “evaluación”, “supervisión” o “acompañamiento”, bajo la política del “cumples o te friegas”. Es así, que ya nadie reflexiona, sólo obedece.

Han pasado años desde que me inicié en el ejercicio docente, y aún se obliga al pantallazo. Si se quiere hacer las cosas distintas al pantallazo, te descalifican por “rebeldía” u oposición a lo que “no se estila”. No se quiere a nadie piense distinto, así la propuesta de ese alguien sea la de empezar a trabajar por hacer trascender a la escuela fuera de las cuatro paredes de las aulas.  

El pantallazo está arraigado. Es una lástima que hayan profesores especializados en el pantallazo, y peor si éste ha de servir para apantallarse él o ella en sus propósitos personales que traiga en mente. El año escolar está próximo a culminarse, pero queda aún el pantallazo del II Día del Logro, ahí veo corriendo presurosos a uno y otro profesor...