sábado, 14 de mayo de 2016

Decálogo del hacer y no hacer por un cambio del Modelo Pedagógico de la Educación Básica en el Perú


  1. El profesor es la autoridad en el aula. Alto a su maltrato al haber relegado su presencia dentro del aula. Su labor importa e importa mucho porque educa; y, como tal, se respeta. No al aval de la cultura de “las amenazas” o “el amedrentamiento”, o al mal acto de “denunciarse por denunciar”.     
  2. La escuela requiere volver a su esencia: “enseñar y aprender”. Siendo así, el profesor y el alumno son sus primeros actores. No hay actores antagónicos.
  3. Hasta el momento, esa política educativa de menospreciar al modelo educativo “tradicional”; y, desde ahí, haber desorientado las tareas pedagógicas en las aulas, no aplica a nuestra realidad y ha causado daño y retraso en el desarrollo de quienes educan y se educan.
  4. En la escuela se aprende a competir. No basta saber, hacer y ser. Hay que competir para saber si lo que sabes, haces o eres, te hace mejor. La mediocridad no compite y se justifica festejando cada derrota sobrevalorando el esfuerzo.
  5. La Autoestima no “sube”, ni “baja” callando las faltas en las que incurra el  alumno en su proceso de aprendizaje. Hay que dejar de creer que todo cuanto haga el alumno, bueno y malo, es siempre bueno.
  6. Es uno de sus conceptos sobre Calidad Educativa, se dice que la calidad empieza por casa. Lo que se aprende en casa se pone en práctica en la escuela. Pero, si “la casa” no educa, hay que dejar que la escuela lo haga, y eso se respeta. El profesor no refuerza, educa.
  7. Lo que no aplica, no se insiste en su aplicación porque cansa y aturde. Basta con “el palabreo en el papel” en el que está vuelto el actual modelo o enfoque pedagógico. Ya es hora de que se ponga atención a la opinión do palabra del profesor.
  8. Los mejores sirven de ejemplo. Pero, cómo saber quién es mejor que otro. Hay que competir, y eso no es sometiéndolos a “exámenes escritos”. Hay que ser buenos observadores, y esa es una capacidad que no la tienen los actuales evaluadores. Hay que autocapacitarse, y no esperar lo que otros nos digan que hacer. Los mejores profesores tienen que tener la oportunidad para “Capacitar” con su propia “experiencia” de trabajo.
  9. No por más planes se ha garantizado los aprendizajes esperados. Entonces, menos “planes”, “compromisos”, “programas”, “módulos”, ”proyectos”, “celebraciones”, “días del logro” y demás… porque está visto que todo cuanto se ha dicho hacer, sólo ha servido de “pantallazo” ante las autoridades, quienes no ven más allá de lo que se les pone al frente de los ojos.
  10. No por más “cambios de denominación” o verbalización de “nuevas” palabras o conceptos se ha garantizado que la educación básica vaya a la vanguardia con otras realidades educativas que sí se distinguen por sus logros. Hay que dejar de convertir al profesorado en simples “repetidores” de copias, cambios de nombres o títulos o nombres en inglés sobre lo que no ayuda a educar. No a la memorización de conceptos impartidos a ocurrencia de la interpretación de uno u otro “asesor” de turno con poder para obligar a los demás a repetirlo, copiarlo o imitarlo. 

viernes, 29 de abril de 2016

¡Grrr…, rgrgrgr…!

No sé sabe si gruñir o rugir, pero es lo que está quedando por hacer si eso malo que viene ocurriendo en esta sociedad “te toca”.

Hay que gruñir o rugirle a la gente para que haga su trabajo. Hay que gruñir  o rugir para que otro deje de abusar de alguien. Hay que gruñir o rugir para que se haga justicia. Hay que gruñir o rugir para que te devuelvan lo tuyo. En fin, si no gruñes o ruges es la oportunidad esperada por muchos por ahí para tomarte como uno más con quien pueden hacer…“lo que les venga en gana”.

En el reino de los animales se incluye al hombre. No hay reino aparte para el hombre. Sin embargo, lo que lo diferencia del resto de su reino parece ser que sólo se ciñera a los inventos tecnológicos del cual hace gala de una enorme capacidad que al rato se desdice o degrada por la conducta del animal no humano que está ejerciéndola como medio de vida no cotidiano para quien es, naturalmente, un animal sí, pero “humano”.

Existe un Patrón de Acción Modal que asemeja las conductas naturales de los animales, y el hombre no se haya excluido. Eso, lo sabe, estudia, analiza y ejercita “refinadamente” a consecuencia del aprendizaje y en pro del desarrollo de sus demás y distintas capacidades “humanas”. Pero, ¿por dónde andará aquel “tanto estudio y tanto desarrollo” porque no es el privilegio de muchos, sino sólo de algunos o unos cuantos?

Con mayor intensidad, y si no es que le ocurra a todos, pero si al 99% de quienes si andamos preocupados por ser mejores personas, el salir a las calles es exponerse al encontronazo con cuanto tipo va por ahí comportándose como un animal no humano. Claro está, aquel tipo, no creyéndolo así, puesto que para esos hombres y mujeres, y de todo lo que he podido oírles decir, lo que los marcaría diferente a cualquier otro animal es el lenguaje, la dizque inteligencia, el estar parado en dos patas, el saber manejar una combi, la criollada, lo corpulento que pueda estar, etc. Mientras a otros, el carro del año, el apellido, la “maestría” o el vestido de traje que pudieran estar luciendo. Si eso pasa en las calles, pobre de esa gente buena que tiene que soportarlos en un mismo lugar o centro de trabajo.

- ¿Qué hacer?
Si sucede que el hombre tiene conductas de un animal no humano es porque así se le permite. Hay la tendencia de creer que todo es un derecho: “yo”, “sólo yo” y “nadie más que yo”. Lo lamentable es que sea el propio Estado quien lo promueva creyendo que con eso satisface a la población frente a su incapacidad de no dar la atención primaria sobre sus necesidades básicas que año tras año la afecta, daña y deteriora una calidad de vida que no llega nunca a alcanzar. Por ejemplo, se proclama y se marcha, con bombos y platillos, por “el derecho a la vida”…mientras, hay quienes andan enfermos, desnutridos y mueren por falta de alimentos. Siguiendo con el ejemplo, se proclama “el derecho a la seguridad” y no se hace absolutamente nada por la ausencia de oportunidades para el estudio o trabajo. Miles de jóvenes están siendo conllevados a renegar de su patria y, acto seguido, a delinquir. No es lo correcto, ni un pretexto aceptable, pero si una razón suficiente para quien lo padece.

Hay mucho por decir y, más, por hacer, pero nadie oye, ni quiere hacer si antes, de eso, no “hay un arreglo” u “obtención de lo que vaya o pueda repartirse”. ¿Cuánto hay?, ¿cómo es? Si no hay nada: - ¡no pasa nada cuñao! Y, si de educación se trata: - ¡eso no paga o en eso no se gana cuñao!

Se habla, se ofrece y se dice estar haciéndose mucho por la educación. Eso será siempre una mentira si las puertas de las oportunidades sólo se siguen abriendo a dependencia del lugar donde hayas estudiado.


Mientras “la justicia” sea sólo para condenar sin ver más allá de su sentido amplio de justicia para la humanidad, y mientras se crea que es la repartición de derechos, ésta será injusticia.       

jueves, 24 de marzo de 2016

Tú, no… sólo yo

Dícese que hay de todo en este mundo, y si de tipos de personas se trata… también los hay. Pero, la frase no trasciende a la realidad hasta que te cruzas con una persona del tipo que… “él es todo” o “para él es todo”. No sé si nacen con ese “chip” o el dispositivo se lo insertan después de nacer. Su perfil, uno bastante peligroso y, a la vez, entorpecido para la socialización y la convivencia armoniosa. Tiene doble filo: presumido y sumiso, avispado y estúpido, maduro e infantil, envalentonado y marica e ingenuo y malicioso.
En un mundo globalizado, dizque sin segregación y desigualdad, asoma ese personaje con una distorsionada idea o creencia absoluta de superioridad por sobre los demás habitantes del planeta. Es muy posible que mal alentada por sus progenitores cuando ellos no le dieron más explicación, a su hijito, acerca de que “él es único” o “nadie es igual a él”, y que ha degenerado en un ser que mira siempre de arriba, nunca de abajo porque nadie es igual a él; menos, puede haber alguien más que él. Y, como para terminar de decorar la torta, alarga el pescuezo, contorsiona la boca y agrava la voz, toda vez que sus frases las hace gravitar en un “osea” o “y… nada” porque ha aprendido que así habla quien es superior a los demás, y quien es superior es pituco. Entonces, tiene que verse y sonar como un neto u original “pituco”.
No creo que haya nidos, colegios y centros de educación superior alguno donde adiestren a sus alumnos haciéndoles creer que ellos son “la última chupada del mango” o “la última gaseosa del desierto”. Y, si los hubiera, no creo que la intención refiera exactamente a la interpretación personal de cómo se comporta este “patita”.
No tiene amigos y, si los tiene, deben ser otros tan iguales como él creyendo ser de otro sistema planetario con la mala suerte de haberles tocado vivir en la Tierra con tanta chusma.
Sus padres son conscientes de lo que han creado. Entonces, son igual de soberbios, se refugian o andan ofreciendo disculpas y “hablar con el hijo” por tanta pedantería.    
Lo peor de estos tipos es si convive con una mujer, ya que se supone que siendo él superior a todos los demás la mujercita ha quebrantado su creencia. En este mundo, si hay alguien superior a él, es ella. Entonces, se somete, y como ella es tan igual a él se transforma en un ser peor que él. No hay quien los aguante.
No son ricos o millonarios. No son sabios ni eruditos. No son modelos de belleza física humana. Son un par de cojudos.         
Con esos tipos de lejos y, si tiene mujer, recontra lejos. No digo huir, sino de toparte con alguno, estar bien lejos es mandarlos a la mierda para que sepan que contigo también de lejos.           
                         



sábado, 12 de marzo de 2016

Reprimidos

De acuerdo a la postura, exigencia y obligatoriedad en la aplicación del enfoque dado a la pedagogía para el trabajo en aula, no hay profesor que deje de preguntarse: -¿y, ahora, qué hago?
Para el profesor, “no saber qué hacer no es NO SABER, sino es saber y hacer lo que  otros dicen saber”. Así, de complicada está la cosa en esto de una pedagogía que aplica en el papel, suena bonito en el discurso y, tal vez, se colme de buenas intenciones, pero no supera los fracasos en el aprendizaje que le fueran aquejados al anterior enfoque para  sostener un enfoque radicalmente distinto dado su interpretación. Pese a ello, se ha caído en un empecinamiento que sigue forzando una situación despreocupada en el grado de confusión, incomprensión y desorientación pedagógica del profesorado de la escuela básica escolar.  
No hay mala educación. Malo es el enfoque pedagógico cuando no aplica a realidad distinta. Justamente, eso no quiere entenderse. Lo bueno para uno, puede ser malo para otro. Imitar modelos pedagógicos construidos en realidades distintas, como lo son países altamente desarrollados en todos sus ámbitos posibles, no pone al Perú a la vanguardia de los mismos en experiencia y logros académicos. Un mismo hombre enfrentado a dos realidades, distantes y bastante distintas de oportunidades, no será el mismo en cada una de ellas en sus experiencias y logros académicos. Sin ir muy lejos, bastaría la comparación de la escuela privada con la escuela pública. Sin embargo, si de imitar se trata, entonces lo que debería imitarse el uso de las bases teóricas del aprendizaje y demás, para confrontarlas con la realidad del Perú e idiosincrasia de su gente a fin, y de una vez por todas, se deje de hacer lo malo que se viene haciendo.                  
Malo es el enfoque porque está vuelto un juego de palabras donde la única regla es: “si no sabes decir la palabra que el otro te ha obligado a repetirla, cuantas veces quiera oírla, entonces puedes perder hasta la categoría de docente”. Es un enfoque mal enfocado desde su aparición a mitad del año 1995, y que alienta una libertad al educando que no se limita. En esa ilimitada libertad el profesorado perdió su autoridad. Cualquier sujeto, además del alumno, puedo enfrentarlo, encararlo, jalarlo de los pelos, arrastrarlo por los suelos, amenazarlo con botarlo del colegio y decirle, a viva voz, lo que la ignorancia y el descontrol de las emociones puedan ofensivamente herirlo.
Malo es el enfoque porque ha reprimido al profesor. “Él o ella tiene que andarse con cuidado”. El enfoque lo ha atado de pies y manos. No levanta la voz, así quiera fijar una idea verbalmente. Todo lo felicita, así esté mal hecho. Destaca el esfuerzo, así no lo haya. Da oportunidad, jamás una llamada de atención. No es más un profesor, sino un facilitador.

“No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”      

jueves, 25 de febrero de 2016

¡Vaya memoria!

El medio, en todo su conjunto, provee inagotable e incesante información que estimula sensorialmente nuestra atención si ésta traspasa el filtro natural de la misma. Mucha información no siempre interesa y antes de cualquier proceso mental se desvanece sin llegar a ser percibida. Otra, en cambio, por la naturaleza y repetitividad cotidiana, de una información que haya sido anteriormente procesada y memorizada, no sólo es inmediata al entendimiento, sino que se dispone de respuestas, también inmediatas, o en activa disposición para incrementar niveles más complejos del aprendizaje. La información procesada, memorizada y dispuesta a la evocación de lo anteriormente aprendido o a nuevos aprendizajes, tras el aprendizaje pre existente en la memoria, es el conocimiento.  La información procesada y memorizada es en una experiencia. No resulta sencillo explicar y, a la vez, entender cómo funciona al detalle el cerebro humano, pero no cabe duda alguna esa capacidad, que deja maravillado a cualquiera de todo cuanto puede “producir”.
La información que tiene la atención del cerebro se trabaja en la Memoria de Corto Plazo – MCP, evocando la confrontación informativa con el amplio archivo informativo de la Memoria de Largo Plazo – MLP a fin, converja el “entendimiento” y resulte una correspondencia inmediata al haber anteriormente sido aprendida o, vaya a trabajarse un nuevo aprendizaje si el proceso de la información acarrea desplegar una mayor evocación de recuerdos que modificarán sus estructuras mentales a través de la asimilación y acomodo.
La capacidad de la MLP reserva solamente información hecha luego del trabajo de cruce con todos los tipos de modelos o patrones informativos preexistentes con los que encuentre afinidad estructural de lógica, razonamiento, emoción, comunicación, etc., y que antes tuvo que dejar el plano de lo sensorial para ser trasmitida a la MCP, y desde aquí a la MLP, en viceversa y tantas veces la búsqueda de la percepción llegue a contener la evocación de los recuerdos memorizados a fin, el trabajo en la MCP defina el entendimiento de la información en conocimiento dispuesto al aprendizaje o a la modificación del aprendizaje. Lo que yace aprendido y se evoca en una experiencia repetitiva de información, suele tener una reacción tan inmediata que no por ello signifique que no haya sido pensada.         
De tanta información y de tanto que se aprende, aun así la memoria no se “llena”.  Tal vez, si sufre el desgaste natural que trae consigo el paso de los años, pero no hace desmemoriado al hombre; aunque, algunos quieran “hacerse” los desmemoriados.
Dícese que la capacidad de memoria, siempre que se disponga al aprendizaje, es mayor en el hombre de 0 a 5 años de edad, pudiendo extenderse hasta los 08 años de edad en lo que respecta al lenguaje y la comunicación. En adelante, no es que no haya memoria, sino que “la potencialidad” se da en los años referidos. Nunca dejamos de aprender, por lo tanto requerimos de memoria, y ahí está.
La memoria necesita ejercitarse. Se ejercita con la constante lectura, los desafíos mentales (lúdicos, mucho mejor), con las tareas cotidianas, con las conversaciones interesantes (diálogos), desafíos de la creatividad y cuanto actividad haga trabajar la mente. Está claro, que sin el extremo de llegar a pensar en barbaridades u ocurrencias descabelladas que puedan aturdir la razón, el entendimiento y las emociones.
Que hay patología clínica de la memoria, la hay, y ese es un campo de la medicina con sus prescripciones y alternativas de tratamiento.

¡ Caramba, no me acuerdo que más iba a escribir…!