La educación no
escapa más allá de cuatros paredes. Se enseña y aprende, pero no sé si lo
pertinente, suficiente, necesario o relevante, porque no llega a trascender más
allá del aula. Hecho que pone en duda la propaganda de tanto éxito académico y
formativo con la que el gobierno de turno se abandera.
Siempre
he dicho que la escuela, como
institución educativa, se obliga a educar, no sólo a sus aprendices,
sino a todo aquel que interactúa, desde afuera, con la misma. De ahí, podría
decirse que la educación debería empezar a trascender. Pero, en su mayoría, eso
no ocurre. Aún no se llega a comprender que educar es una tarea con muchas
expectativas de logro, pero asumida bajo una misma y única intención pedagógica
en la que todos sus actores nos obligamos a remar en la misma dirección, con la
misma energía y la misma motivación para llegar a buen puerto con futuros hombres
y ciudadanos a carta cabal.
¿Qué
tanto se está enseñando y aprendiendo en la escuela? – Diría que mucho de aquello
que aguanta el papel, y que ciertos “especialistas” o “asesores” educativos
obligan al profesorado a hacer sin duda ni murmuración, pero poco o casi nada de lo que sólo con
educación rebate el penoso y mal estado social y, tal vez, demás lamentables posibles estados, en el
que nos pudiéramos hallar.
Hay
que educar para la vida. El profesor no sólo enseña y el alumno no sólo aprende.
No todo se puede programar en un papel. Aún
se cree que hay que cumplir con los horarios y planes, y no con las necesidades
de quien está siendo educado. Esas necesidades que siempre han sido y son: “el saber”,
“el hacer” y “el ser”. Las mismas, que
no se enseñan ni aprenden por separado porque, cual trinomio sagrado, “una no
es ninguna sin las otras”.
Tanto
en el sistema de educación tradicional como en los modelos constructivos – innovadores,
neuro – innovadores o cuanto aparece, lo que siempre se ha buscado es procurar un
hombre innovador y promotor de cambios en positivo dentro de la sociedad en la
que le tocará convivir y servir ya no como simple espectador, sino como su actor.
Mientras
imperiosamente se le obligue al profesor a creer que con el trabajo de grupo,
con las carpetas revueltas, con las ferias de ciencias tratando de reproducir precaria y primitivamente tecnología
avanzada, con días de logro, con más competencias y capacidades, con mapas, con
rutas, con evaluación literal, sin promedios, sin llamadas de atención, sin
desaprobados, premiando la mal entendida voluntad, y demás, si cambiaremos de estado
o condición: la de Mal a PEOR.
Sólo
en este país se nos obliga a correr sin antes habernos dado todas las
oportunidades para ponernos u sostenernos erguidos en dos pies.