sábado, 10 de octubre de 2015

Más allá de cuatro paredes

La educación no escapa más allá de cuatros paredes. Se enseña y aprende, pero no sé si lo pertinente, suficiente, necesario o relevante, porque no llega a trascender más allá del aula. Hecho que pone en duda la propaganda de tanto éxito académico y formativo con la que el gobierno de turno se abandera.

Siempre he dicho que la escuela, como  institución educativa, se obliga a educar, no sólo a sus aprendices, sino a todo aquel que interactúa, desde afuera, con la misma. De ahí, podría decirse que la educación debería empezar a trascender. Pero, en su mayoría, eso no ocurre. Aún no se llega a comprender que educar es una tarea con muchas expectativas de logro, pero asumida bajo una misma y única intención pedagógica en la que todos sus actores nos obligamos a remar en la misma dirección, con la misma energía y la misma motivación para llegar a buen puerto con futuros hombres y ciudadanos a carta cabal.    

¿Qué tanto se está enseñando y aprendiendo en la escuela? – Diría que mucho de aquello que aguanta el papel, y que ciertos “especialistas” o “asesores” educativos obligan al profesorado a hacer sin duda ni murmuración,  pero poco o casi nada de lo que sólo con educación rebate el penoso y mal estado social y, tal vez, demás lamentables posibles estados, en el que nos pudiéramos hallar.   
    
Hay que educar para la vida. El profesor no sólo enseña y el alumno no sólo aprende.  No todo se puede programar en un papel. Aún se cree que hay que cumplir con los horarios y planes, y no con las necesidades de quien está siendo educado. Esas necesidades que siempre han sido y son: “el saber”, “el hacer”  y “el ser”. Las mismas, que no se enseñan ni aprenden por separado porque, cual trinomio sagrado, “una no es ninguna sin las otras”.

Tanto en el sistema de educación tradicional como en los modelos constructivos – innovadores, neuro – innovadores o cuanto aparece, lo que siempre se ha buscado es procurar un hombre innovador y promotor de cambios en positivo dentro de la sociedad en la que le tocará convivir y servir ya no como simple espectador, sino como su actor.

Mientras imperiosamente se le obligue al profesor a creer que con el trabajo de grupo, con las carpetas revueltas, con las ferias de ciencias tratando  de reproducir precaria y primitivamente tecnología avanzada, con días de logro, con más competencias y capacidades, con mapas, con rutas, con evaluación literal, sin promedios, sin llamadas de atención, sin desaprobados, premiando la mal entendida voluntad, y demás, si cambiaremos de estado o condición: la de Mal a PEOR.

Sólo en este país se nos obliga a correr sin antes habernos dado todas las oportunidades para ponernos u sostenernos erguidos en dos pies.