viernes, 20 de mayo de 2022

Entre el cartón y la realidad

En cierto momento, debe haberse creído que las escuelas eran mejores si a la cabeza estaba un viejo director(a) – por supuesto – lo de “viejo”, y de aquí en adelante, no en un sentido despectivo, sino descriptivo sobre la posible vasta experiencia del profesor(a) cifrada en la edad como los años de servicio. Sin embargo, y a pesar de que haya podido resultar positivo en su momento, también fue negativo porque impedía y cerraba las oportunidades a la innovación e implementación para adecuar propuestas pedagógicas distintas que otros posibles y bien capacitados líderes pedagógicos pudieran haber propuesto en su momento para ir acorde con los nuevos tiempos.

Cualquier pedagogía, sin innovación ni implementación adecuada a los nuevos tiempos, conlleva a una pedagogía rutinaria, conduciendo tanto al docente como al aprendiz, no sólo al aburrimiento y cansancio, sino al ejercicio autómata de lo que cada quien debe hacer; entonces, se pierde el sentido natural y propio del propósito pedagógico. Cosa que ocurrió con el anterior modelo pedagógico denominado tradicionalista que, sin educar mal, cayó en la rutina por falta de innovación.  

En otro, y siguiente momento, los pocos resultados de una educación intrascendente y casi mecanizada, produjeron un interés, dizque de los especialistas educativos, en “los cartones”; es decir, el viejo director(a) podía ser reemplazado por quien tuviera – además del título pedagógico – “la maestría”. Es más, la plana docente con más cartones – entre tantos, “la maestría” – se creía la garantía para asegurar la ansiada educación de calidad en las escuelas públicas. Paralelamente, a la educación tradicional se la descalificaba como inservible u obsoleta para imponer a rajatabla un modelo constructivista sin advertir idiosincrasia, naturaleza, correspondencia, posibilidad, defensa ni respeto por lo que se quería desraizar. Tampoco, e increíblemente, sin advertir que el cartón de la maestría no iba curricularmente acorde con la imposición “constructivista” sino tradicionalista de la educación. Mucho menos interesó el cómo y de dónde solventar dicho cartón frente a las penurias económicas y demás jugándoles en contra al profesorado, porque hasta ahora importa más se ostente antes que saber, hacer y ser; entonces, he ahí uno de los posibles orígenes de lo que recién hoy – con la tesis del Sr. Pedro y la Sra. Lilia – se advierte públicamente lo sucedido entre el cartón y la realidad.

Los resultados educativos en este tiempo no fueron diferentes al anterior sino, y tal vez, peores porque – parafraseando al constructivismo – el conflicto cognitivo del aprendiz fue a parar en mayores, distintos y peores conflictos para quienes se supone debían ser los expertos “facilitadores” del conflicto y la solución (aprendizaje). Entonces, entre tanto tirar y jalar de la misma cuerda, por lógica es que haya desgaste con alta probabilidad de llegar a romperse para luego descolgarse y caer quienes de esa misma cuerda dependieran su sostén, seguridad o estabilidad. Pues, contrario a cambiar de cuerda o facilitar otros implementos para que suceda cosa distinta a la mala y/o intrascendente educación básica escolar, se apostó por una carrera pública magisterial basada en “escalas” y “meritocracia” para que supuestamente estén y sean los que deban estar y ser. Pero, lo que pasa es que se anda de mal en peor porque las cosas no se hacen bien, y bien en su sentido de haber autoridades interesadas en respaldar y poner en manos de verdaderos educadores – hechos maestros, no tanto por el cartón, sino por las dotes de vocación de servicio, elevada capacidad y don de gente – los posibles cambios y correctivos para las consecuentes mejoras ante tanta cosa mal hecha.

Definitivamente, y salvo excepciones, entre el cartón y la realidad pasa que en el primero dice se reconozca como tal a la persona, mientras en lo segundo, la realidad, sucede haber personas desacreditando el valor del primero.

Necesariamente, si el profesorado no es hidalgo en reconocer que cualquiera de los cambios empieza antes por cambiar nosotros mismos en cuanto a lo que nos pueda desmerecer y señalar debilidad, los aprendices estarán expuestos tal vez a saber, pero no hacer ni ser. De ese modo, y así se nos diga que mirar hacia la educación es un tema de resultados a un largo o extenso plazo, si el cambio no se procura hoy, mañana serán dos días más agregados a ese largo plazo.