martes, 9 de diciembre de 2014

Si se “saca 20”, se garantiza una mejor educación

Es lamentable que no se quiera aceptar ni entender que mientras las escuelas, por referir a la comunidad educativa que la integra, no sean el reflejo del ejercicio humano de su propia inteligencia, conocimientos y potencial, no habrá “exámenes”, sea de profesores o directores, que vayan a mejorar el desmerecido y bajo nivel de la educación.

“Quienes educan” y “quienes acompañan a educar”, tienen que haber sido “bien educados”, pero en aquel sentido donde se es persona educada porque es capaz de desbordase en “ejemplos de vida”. No desligo la especialidad sobre temas definidos. No refiero culpa ni acusación en contra del “alma mater” de la cual se provenga. Tampoco, elogio alguno. Lo que veo y sigo comprobando es que las escuelas requieren “maestros” más que “títulos” y “maestrías”. Y, sobre los maestros, a líderes con capacidad, respaldo y libertad para crear y promover “educación” de las comunidades educativas a su cargo.

Separadamente de la especialidad, y en un ejemplo concreto, es una vergüenza, así como toda una contradicción, que profesores y directores convivan, tal posible consentimiento o total desatención, dentro de una deplorable infraestructura, maltratado mobiliario y brusca relación humana, que sólo es el reflejo de ese desmerecido y bajo nivel de educación; y, por encima de ello, se apueste por una prueba escrita que ignora y los aleja cada vez más de esa nefasta e increíble realidad que los obliga a seguir conviviendo y creyendo invidentemente que la educación se encamina a su mejoría. Sucede cual refrán: “Dios le da barba a quien no tiene quijada”.

Voy a insistir en este tema porque cuánto de criticable tiene la imagen de un profesor o director dentro de una descuidada aula, sentado sobre una sucia y casi rota silla y apoyado sobre una pintarrajeada mesa o carpeta sobre la cual hay una prueba escrita sobre calidad educativa.

He podido ver como el Estado enumera una serie extensa de requisitos, entre éstos el cartón de una “maestría”, para quienes quieren educar. He visto como un centenar de profesores fotocopian y fedatean esas copias para completar esa extensa enumeración de requisitos. He visto que quienes completaron y entregaron a tiempo toda esa extensa enumeración de requisitos pudo alcanzar una vacante. He visto que hay quienes reciben “ayudita”, aún no lleguen a completar o presentar esa extensa enumeración de requisitos. He visto y todos ven que la educación no mejora, ni siquiera por una “maestría”.

                                                                                                Edgar Andrés Cuya Morales
                                                                                                          Pedagogo