viernes, 27 de noviembre de 2015

¡Pantallazo!



A inicios del ejercicio docente se me obligó a participar del pantallazo. Aquel que debía mostrarse en público para satisfacer o agradar a quienes también se conformaban con todo lo que se le apantalle frente a sus ojos, oídos, gusto, tacto y olfato.  

El pantallazo exigía enorme trabajo y el doble de esfuerzo porque había que mostrar lo que débil y precariamente  “se hacía” o, en el peor de los casos, “no se hacía” en la escuela, pero obligatoriamente tenía que mostrarse para apantallar a las autoridades educativas.

Con la ocurrencia de “Olimpiadas”, “Expo-Ciencias”, “Feria Gastronómica”, “Concurso de Ambientación”, “Festival Folclórico” y demás, estábamos obligados a apantallar una muestra, a modo de resultado, de una supuesta habitual práctica docente en la escuela, y que no ocurría en la realidad.

Ya me pesa a mí tan sólo recordar el peso de la carga puesta sobre las espaldas de los profesores al tener que apantallar tantas “ocurrencias de cumplimiento obligatorio” en un mismo año escolar y, además, con repetición de año tras año.

El pantallazo se ha vuelto una práctica habitual en las escuelas. No en todas, pero si en las que basta observar a niños y adolescentes repitiendo de memoria vagos discursos de ciertos temas de lo que conscientemente no tendrían ni idea. Del mismo modo, mirando a otros moverse en desorden sobre un espacio, pero no danzar. De igual manera, cuidándose un ambiente que después del concurso al que estuvo sujeto, brillará por su descuido o abandono total. Y, ni que decir, de las exigencias en la presentación personal del alumno, mobiliario y demás, que se terminan justamente cuando acaba cualquier presentación oficial. Es decir, apantallándose un saber, hacer y ser, que no ocurre en la realidad.

En las escuelas públicas se vive a sobresaltos porque no se les deja ejercer la autonomía. Son tantas las disposiciones de la UGEL, DRELM o MINEDU que, en su carácter obligatorio con las que se impone, no deja ejercer la autonomía institucional  en contradicción a lo prescribe la propia Ley de Educación. Se ha sembrado en el profesorado el miedo a la “evaluación”, “supervisión” o “acompañamiento”, bajo la política del “cumples o te friegas”. Es así, que ya nadie reflexiona, sólo obedece.

Han pasado años desde que me inicié en el ejercicio docente, y aún se obliga al pantallazo. Si se quiere hacer las cosas distintas al pantallazo, te descalifican por “rebeldía” u oposición a lo que “no se estila”. No se quiere a nadie piense distinto, así la propuesta de ese alguien sea la de empezar a trabajar por hacer trascender a la escuela fuera de las cuatro paredes de las aulas.  

El pantallazo está arraigado. Es una lástima que hayan profesores especializados en el pantallazo, y peor si éste ha de servir para apantallarse él o ella en sus propósitos personales que traiga en mente. El año escolar está próximo a culminarse, pero queda aún el pantallazo del II Día del Logro, ahí veo corriendo presurosos a uno y otro profesor...                    


                              

sábado, 10 de octubre de 2015

Más allá de cuatro paredes

La educación no escapa más allá de cuatros paredes. Se enseña y aprende, pero no sé si lo pertinente, suficiente, necesario o relevante, porque no llega a trascender más allá del aula. Hecho que pone en duda la propaganda de tanto éxito académico y formativo con la que el gobierno de turno se abandera.

Siempre he dicho que la escuela, como  institución educativa, se obliga a educar, no sólo a sus aprendices, sino a todo aquel que interactúa, desde afuera, con la misma. De ahí, podría decirse que la educación debería empezar a trascender. Pero, en su mayoría, eso no ocurre. Aún no se llega a comprender que educar es una tarea con muchas expectativas de logro, pero asumida bajo una misma y única intención pedagógica en la que todos sus actores nos obligamos a remar en la misma dirección, con la misma energía y la misma motivación para llegar a buen puerto con futuros hombres y ciudadanos a carta cabal.    

¿Qué tanto se está enseñando y aprendiendo en la escuela? – Diría que mucho de aquello que aguanta el papel, y que ciertos “especialistas” o “asesores” educativos obligan al profesorado a hacer sin duda ni murmuración,  pero poco o casi nada de lo que sólo con educación rebate el penoso y mal estado social y, tal vez, demás lamentables posibles estados, en el que nos pudiéramos hallar.   
    
Hay que educar para la vida. El profesor no sólo enseña y el alumno no sólo aprende.  No todo se puede programar en un papel. Aún se cree que hay que cumplir con los horarios y planes, y no con las necesidades de quien está siendo educado. Esas necesidades que siempre han sido y son: “el saber”, “el hacer”  y “el ser”. Las mismas, que no se enseñan ni aprenden por separado porque, cual trinomio sagrado, “una no es ninguna sin las otras”.

Tanto en el sistema de educación tradicional como en los modelos constructivos – innovadores, neuro – innovadores o cuanto aparece, lo que siempre se ha buscado es procurar un hombre innovador y promotor de cambios en positivo dentro de la sociedad en la que le tocará convivir y servir ya no como simple espectador, sino como su actor.

Mientras imperiosamente se le obligue al profesor a creer que con el trabajo de grupo, con las carpetas revueltas, con las ferias de ciencias tratando  de reproducir precaria y primitivamente tecnología avanzada, con días de logro, con más competencias y capacidades, con mapas, con rutas, con evaluación literal, sin promedios, sin llamadas de atención, sin desaprobados, premiando la mal entendida voluntad, y demás, si cambiaremos de estado o condición: la de Mal a PEOR.

Sólo en este país se nos obliga a correr sin antes habernos dado todas las oportunidades para ponernos u sostenernos erguidos en dos pies.               


jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Por quién votar?
En cualquier momento arranca la campaña electoral rumbo al sillón presidencial 2016 – 2021, si es que no arrancó ya.

Desde que gozo del derecho a votar, no le atinco a candidato alguno convertido en gobernante que haya gobernado para el pueblo, y con el pueblo no digo a los que menos tienen, sino a todos en sí los que constituimos la nación peruana.

Para otros que no son parte de esta nación está visto por los mismos que aquí “se la pueden llevar fácil”, más si ven como el peruano abusiva y egoístamente  quita de la boca el pan a sus propios compatriotas.

Nunca olvido mi participación en apoyo a un cierto candidato a una alcaldía distrital. Esa vez apoyé con el dictado de clases gratuitas de nivelación académica en el local del partido, e incluso involucré a mi hermano menor para lo mismo. Estaba ingenuamente tan entusiasmado que en otros momentos apoyaba a los transeúntes y posibles adeptos electores en el servicio gratuito de ubicación de mesas y lugares de votación; debiendo aclarar que no soy tan viejo, pero en ese momento no había aún el internet a domicilio y demás tecnología.

Mi ingenuidad había caído en creer que si el candidato ganaba, tendría un trabajo propio a mi profesión de educador, y de esta manera seguiría apoyando ya no con simples clases gratuitas de nivelación académica, sino a otro nivel de servicio a la comunidad. Nunca condicioné mi apoyo. Tampoco, nadie nunca me confirmó lo que creía pasaría conmigo laboralmente. Aun así, ahí estaba apoyando.

No se me daba más acceso o cercanía al candidato mayor a la del saludo cuando éste en una oportunidad se acercó a agradecernos a mi hermano y yo por el apoyo dado. A pesar que mi interés radicaba en el campo educativo, no supe, ni pregunté cuál era la propuesta en educación y cultura. Tampoco, se me dijo o informó de algo al respecto. Aun así, ahí estaba apoyando.

Todo era un incesante correteo de acá para allá y de allá para acá. Lo que menos importaba era el plan de gobierno, y no sé si lo tenían. Se corría para ganar adeptos, electores que votaran por ese candidato. El local era una casa en esquina que andaba deshabitada, y esa vez en aquella campaña estaba toda pintada externa e internamente de los colores del partido. Todo era prestado por los colaboradores. Traían muebles, mesas, sillas, cuadros y hasta adornos de sus propias casas. - ¿Era un real desprendimiento?, ¿creían en lo que yo creía? - No sé. Aun así, ahí estaba apoyando.


Y llegó el día en que todo se aclaró: el día de las elecciones. Nunca olvido que al dársele por ganador al candidato, éste dejó de ser el mismo en todo el posible mal sentido de la palabra. Pero, lo peor fue que la gente que lo rodeaba de cerca se hinchó no sé de qué, que ya era autodenominada gente importante. Incluso me fue imposible saludar al candidato ganador, ganándome hasta un empujón de quienes se habían convertido casi oficialmente en su seguridad personal. No me dejaron. Opté por mirar de lejos. Llegó al local una camioneta cargada de cajas de cerveza y hielo. Llegó otra con un enorme equipo de sonido. De pronto, se oyó que al no ser oficial la cuenta de votos, quién había quedado segundo pasó a ser primero, y ya era oficial. La gente desapareció. Las camionetas dieron media vuelta y arrancaron. Finalmente alguien apagó las luces del local y lo cerraron, mientras yo seguía mirando de lejos.                       

lunes, 20 de julio de 2015

“No te equivoques… NO es un saludo a la bandera”



La bandera es un símbolo patrio. Y, si se trata de explicar el sentido de su valor como tal, sólo hay que intentar enumerarla junto a los demás símbolos patrios para saber que la bandera va siempre primero. De preguntarse por qué, intente todas las posibles respuestas inteligentes, y habrá explicado el valor patriótico de la bandera.

Se ha visto y oído que cuando la conducta ciudadana es indeseable, frívola e inestable, suele decirse, a quien la ejerce de ese modo, que “NO TIENE BANDERA”. No siendo esta frase inoportuna, sino poderosa en su interpretación sencilla para definir el valor de “SÍ TENER BANDERA”.

Por otro lado, a pesar de haberse tratado la lección, se sigue viendo y oyendo a compatriotas refiriendo nimiedad y catalogando de embuste al acto del saludo a la bandera. Se ve y oye decir: “Nada ha hecho de lo que dijo o prometió el alcalde, sólo fue un saludo a la bandera”

En el colegio aprendí a saludar a mi bandera. En el colegio se sigue aprendiendo a saludar a la bandera. Entonces, es imperdonable que alguien pretenda decirme o decirle a la niñez y adolescencia que ello “NO TIENE VALOR” a cada momento que pretendan referir un engaño o artimaña de tanto posible embustero elegido para un cargo público en este país.

Como están las cosas, es cierto que no es más peruano quien saluda a la bandera. Tampoco, quien abandera su casa o auto en el mes de Julio. Pero, ambas cosas son distintas si en opinión coloquial o formal se pretende comparar al acto del saludo a la bandera como un ardid o burla. Lo que sucede es que estamos mal acostumbrados a repetir por repetir "frasecitas" que van y vienen de boca en boca sin darse un alto a la revisión o análisis de su sentido, contenido o relevancia. Sobre las mismas, no podría negar haber sido contagiado por algunas “frasecitas” o “expresiones”, y las que mantengo en el vocabulario dentro de una conversación para sintetizar o ejemplificar ideas u opiniones, así como endulzar o amenizar la conversación, pero no la del saludo a la bandera. Ahora bien, han aparecido tantas que no repito ni de vainas porque no es que me haya quedado en el tiempo, sino que el sentido de la lógica y raciocinio salta, cual llave termomagnética de corriente, impidiendo repetirlas. No soy un genio ni creo serlo. Soy un sencillo hombre con vocación de maestro intentando seguir aprendiendo y enseñando, si quiera a una persona, a cómo ser mejor hijo, hermano, padre, ciudadano, compañero, etc.


No pretendamos mostrarnos ante los demás como reales patriotas o mejores peruanos con la bandera izada en el techo de nuestras casas o el techo del auto, sino con los distintos actos de humanidad que podamos demostrar cada vez que tengamos a alguien enfrente.    

jueves, 16 de julio de 2015

¡En ese colegio no le enseñan nada!




Se oye decir a alguien, refiriéndose a su hijo: ¡en ese colegio no le enseñan nada! Sin duda alguna, y siendo realistas, algo o mucho de razón ha de tener.

Ahora, refutar lo dicho, y siendo realistas, no resulta cosa sencilla, sobre todo cuando se tiene esa mala costumbre de generalizar cualquier posible equivocación o error de una persona por todas las demás que no se equivocaron ni erraron. Y, ni siquiera el argumento de “justos por pecadores” sería aplicable porque se cometería injusticia tanto al justo como al pecador; ya que cabe la posibilidad que a éste último lo victimicen los justos. En fin, hay que empezar por autocorregirnos en este aspecto; por ejemplo, a la hora de florecer la impetuosa pretensión de querer “calificar” a alguien, sobre todo a quien puede ser físicamente uno, pero representativamente muchos por la labor ejercida.

Volviendo a lo que se dice del colegio, solicito a los señores Directores y profesores poner atención a lo que en una conversación entre madres de familia se oye decir sobre sus colegios; por entendido su trabajo:
- ¡Lo voy a cambiar porque no le enseñan nada!
- ¡En el que estuvo antes no le enseñaban mucho, pero acá está peor que el otro!
- ¡El otro año vamos a hacer un esfuerzo para ponerlo en uno particular!
- ¡A mi hijo si le enseñan bien, “gracias a Dios” le ha tocado un profesor bueno!
- Etc.

Les aseguro que sí lo saben, pero no hay colegio que tome en cuenta lo dicho al no hacerse notar con la explotación de sus fortalezas y el ejercicio de haber empezado a reeducarse en lo que les exige su condición de modelo de vida frente a niños y adolescentes. Caso contrario, se oiría menos eso que suelen decir las madres de familia sobre muchos y tantos colegios.    

En lo que respecta a “no le enseñan nada”, lógicamente es una frase extremista, no cierta e inaplicable si se trata de calificar a la institución educativa y a su profesorado, pero si atendible por cuanto existe personal docente a quienes, “como anillo al dedo”, le pueda quedar alguna de las siguientes reflexiones:
- La vocación de maestro no tiene ni cuenta años de servicio.
- El ejercicio docente no lo elige otro sino usted; entonces, no culpe a otros ni reniegue de usted.
- No repita lo mismo. Enseñe lo mismo.
- No sienta menos ni más que algún otro colega. La docencia nos hace cada vez más sencillos a la par que más aprendemos a enseñar.
- Lea, comprenda y discuta con sus alumnos. No los obligue a pensar como usted.
- Asista a tiempo.
- Luzca siempre elegante, pero no rimbombante ni huachafo.
- Guárdese el mal humor o el chisme para cuando llegue el día sábado.
- No ponga piedras en el camino. Quítelas usted solo(a) o ayude a otros a quitarlas.
- Intente oírse al hablar. Si lo hace o no, corríjase en hablar para ser entendido(a).     
                                                                                                     
                                                                                                                   Continuará…

       

GENTE DE… “miércoles”



Que alguien se haya sentido “horrorizado” al leer publicada la frase “el peor enemigo de un peruano es otro peruano”, y por ésta habérsele despertado un repentino patriotismo en defensa de “su gente”, no fue más que un escándalo de quien, en su mayoría, autosatisface el ego y se reconforta al creer que está haciendo un bien a los demás. Entonces, habría que hacerle saber a esa persona que tanto escándalo no fue más que señal de su posible egoísmo al no haber reparado en el sentir y pensar de muchos otros tantos compatriotas a los que les “toca” tener que “soportar”, en su día a día, a tanta gente de.. “miércoles”, y que es otro compatriota. Del mismo modo, al mantenerse distante a las causas de tanta irracional o cavernícola conducta de cada vez más peruanos.

-   ¡Ay, ¿cómo se atreven a publicar que el peor enemigo de un peruano es otro peruano?! – Exclamó un señor.

-        ¡Qué horror!, ¿dónde estamos? – Añadió.

-  ¡Están locos esos publicistas!, ¡unámonos de inmediato en una campaña contra quienes publicaron esa barbaridad! – Aparentemente muy mortificado, terminó por exclamar el señor.

-        ¡Riiiiiing…! – Suena el teléfono del señor.

-         ¡Aloooó…! – Contesta el señor.

-   ¡Papá, papá… me acaban de romper el vidrio de la luna del carro, abierto la puerta y arranchado la cartera, mi Mac y demás! – Gritaba asustada la hija.  
  
-       ¡Esos malditos conch…! – Eufóricamente respondió el señor.

-       ¿Y la policía? – Le preguntó el señor a su hija

-       ¡No había ninguno! – Contestó la hija.

-       ¡Esos hijos de p…! – Eufóricamente respondió el señor.

Tras lo sucedido,  alguien se atrevería a preguntarle a ese señor o a su hija sobre “peruanidad”, “patriotismo”, “ponle corazón”, “¿somos gentiles los peruanos?”, etc. Se atrevería ese mismo señor a preguntarle a su hija sobre el dichoso cartel de “el peor enemigo de un peruano es otro peruano”.

Qué fácil es ver las cosas desde la vereda de al frente, ¿no? Pues, al parecer es así como la mayoría se mantiene ante la desgracia ajena. Y, ante la prosperidad de otros, lo más cercano posible para hacerlos caer en desgracia. No sé si así fue siempre, pero lo que sí sé es que nos toca vivir un tiempo donde a nadie parece interesarle que hayan tantos peruanos convirtiéndose en  Gente de… “miércoles” al seguir decayendo en la irracionalidad, salvajismo, vandalismo, egocentrismo, individualismo, etc.                
            


               

viernes, 3 de julio de 2015

Así quieran darnos con chicote, ¡Feliz Día Maestro!



Se puede oír a muchos decir rimbombantes halagos sobre ser maestro, e irónica y generalmente, no siéndolo casi ninguno. Tal vez, así debe ser si nos la creemos que se trata de un reconocimiento por parte de quienes alguna vez fueron alumnos. Pero, vista la intención del Ministerio de Educación al hacernos creer que artistas, periodistas, cómicos  y demás personajes, se han unido, a voluntad propia, para expresar un agradecimiento a los maestros del Perú, esa si no se la creo.

Al maestro con cariño, no con chicote. Al maestro con respeto, no con abuso, y sin discriminación, olvido o susto.

La imagen del maestro está venida a menos y, tal vez, sea en parte culpa propia, pero es inaceptable que se consienta a otros hacerla menos. Se ha permitido a entusiastas y partidarios, de cuanto derecho humano pueda existir, no reparar en el malentendido ejercicio de los mismos, a extremo tal, que cualquiera se siente en capacidad de maltratar al maestro, denunciarlo, amenazarlo y/o llevarlo ante los tribunales. Está hecha una pandemia la idea perversa de creer que si alguien pudo errar, a todos hay que juzgar y culpar. Y, es justamente frente a este tipo de hechos donde no aparecen defensores del maestro. Menos, en imagen y voz hecha pública, del señor o la señora de la propaganda que hoy anda circulando por los medios sociales, y ni que decir del Ministerio o su Ministro. Por eso, y por mucho más, no se la creo.

Se suele decir que no hay mejor recompensa para el maestro que ser el espectador de los triunfos de sus alumnos. Se suele decir que la docencia es la más noble de las profesiones o casi un sacerdocio. Se suele decir tantas otras cosas que siguen llevando al maestro a la motivación para no desmayar en su tarea educadora. Pero, todos quienes no son maestros, y si fueron alumnos, deberían poner atención a lo que siente y quisiera decir aquel maestro de escuela pública que sabe aguantarse las inclemencias del tiempo, la geografía y de una escasa economía personal, de su escuela y de sus alumnos, y todo por una vocación de servicio a los demás.

Que cabe un mea culpa del maestro, está por entendida. Que hay quienes han desvirtuado la tarea educadora, es cierto. Que hay quienes son maestros por “ocasión” y no por “vocación”, es una realidad. Por eso, no redundo en halagos, sino en afirmar que mucho hay por hacer, rehacer o cambiar, tanto en el indefinido modelo pedagógico del que se hace una falsa gala, como en la desorientación pedagógica en la que aún se mantienen muchos profesores que fueron obligados a hacer lo que no se les supo enseñar. No por ello, dejo de reconocerlos y obligarme a decirles este 06 de Julio: ¡FELIZ DÍA MAESTRO PERUANO!                                         

      

¡Oiga señor Presidente, me muero de hambre!


Saber que la quinua dejó de estar al alcance de los que menos tienen, a razón de tanta “propaganda política”, da coraje. Saber que el Perú se publicita como el país de las oportunidades, ante el privilegio de su variada y rica producción en alimentos, también da coraje; más, si se sabe que hay compatriotas saciando el hambre con un menú que usted ni yo podríamos imaginar comer.
Si ese grupo de hermanos fueran pocos, cualquier gobierno de turno hubiese atendido tan penosa realidad. Pero, no son pocos, y más son niños y ancianos. Es más, habría que reprochar si alguien dijera que lo fue casi todo el país, y que ahora son unos cuantos. Según la realidad, parece que a ningún gobierno le ha interesado realmente sacarlos de la pobreza. Todo gobierno dice que gobernará por y para los pobres, pero no sé a qué “pobres” se refiere porque siguen habiendo hermanos que sobreviven en este país abandonados por el Estado en esa extrema pobreza.
Si no hay para comer, menos habrá para otras cosas de las que los demás solemos jactarnos. Es imperdonable que la imagen adjunta a este comentario sea la fotografía de una realidad que viven muchos peruanos, pero que no se publicita, no se comenta, no se habla o no interesa, a menos que les sirva a algunos personajes de medio para “conmover” a su público sobre un interés distinto al de sacarlos de tal miseria.
No se trata de que mañana mismo se les haga llegar una camionada de alimentos. No se trata que un programa televisivo elija a una familia y los lleve a un set para mostrar públicamente su pobreza a cambio de regalos. No se trata que usted deje de comer para darles a los más pobres. No se trata de que se bloqueen carreteras o se provoquen disturbios. De lo que se trata es que ya no nos dejemos “engatusar” con tanto personaje que se pueda autoproclamar  “el emancipador de los pobres”, o de tanto personaje chistoso, escandaloso, malcriado, exhibicionista, loco, mediocre, borracho y demás, que se suelen postular a un cargo público, ganándolo con un número alto de votaciones.     
Oiga esto señor Presidente, hay peruanos muriendo de hambre, frío y sed.  De todo cuanto pueda necesitar el país, urge la educación. Hay que dejar de engañar o de refregarle en la cara del pobre su pobreza cada vez que usted se “hace de la vista gorda” y consiente a otros aprovecharse de los pobres cuando les roban lo que es suyo, les venden lo que fue suyo, les roban sus ilusiones y les venden lo que nunca será suyo. ¿Comprende lo que acabo de decirle?                                    


miércoles, 1 de julio de 2015

¡Prohibido detenerse, ORDEN DE DISPARAR!



Que los actos delictivos son cada vez más frecuentes, es cierto. Que, por lo anteriormente afirmado, la seguridad ciudadana está amenazada, también es cierto. Pero, no hay nada más cierto que reconfirmar la indiferencia e incapacidad cognitiva de tanta gente a quien le ha quedado extra grande la asignación de un puesto o cargo.

Hoy, es increíblemente aterrador oír, a los alcaldes de algunos distritos de Lima Norte y Sur, la petición de la presencia militar en sus calles. Y, sin reparar en lo poco razonable o inteligente que se muestran a la población, detonan argumentos que ni así, podría dárseles la razón para que la ciudad sea convertida en un lugar donde, no sólo los delincuentes son los que atemoricen a los ciudadanos, sino los militares.

La vida militar se lleva en los cuarteles. La vida civil en la ciudad. Un distrito bien puede ser una ciudad. En la ciudad su autoridad máxima es el alcalde. El alcalde ejerce autoridad administrativa, y a ésta le merece el acompañamiento de la autoridad policial, judicial, eclesiástica, empresarial y demás que, en su conjunto, deben velar por todo cuanto signifique calidad de vida de sus pobladores.

Por los hechos, se ha malentendido a la política como el medio para hacerse del “goce de poder” a costas del engaño y la falsa promesa a ingenuos creyentes de la existencia de un emancipador de “los que menos tienen”. Y, sin serlo todos, pero si la mayoría, hay quienes… “sólo gobiernan para la foto”.

En el gobierno de los municipios, todo indica que no hay alcalde que haya pensado en “contribuir” con las comisarías distritales. Vista la realidad de muchos distritos, se ha invertido tanto en un servicio de Serenazgo que poco o casi nada contribuye a la seguridad ciudadana. Es más, hay alcaldes que siguen “disparando al aire” al seguir invirtiendo en la adquisición de nueva flota de vehículos, equipamiento y contratación de personal de Serenazgo, sin importarle el valor, eficiencia y eficacia del objetivo de los mismos, ya que su único interés no va más allá de ganarse la simpatía y futuro voto del vecino. Y, a coincidencia, son algunos de los que están clamando la presencia de los militares en sus distritos, no dándose por enterados que lo que claman y proclaman es su ineficiencia.

A la policía se la respeta. A los militares también. Pero, si se trata de explicar cuál sería la actuación de un soldado en las calles de una ciudad, sólo habría que darle una posible interpretación a lo siguiente: ¡Prohibido detenerse, orden de disparar!                             

                                              

lunes, 22 de junio de 2015

“Si…meón” y “Titi…caca”



En su mayoría de veces que he tenido la necesidad de usar un baño público he salido huyendo ni bien puse un pie dentro del mismo. ¡Puf!, ¡aj! o ¡qué asco!, fue lo que dije en las distintas huidas.

¿Se trata de falta de limpieza o hay gente muy sucia?  La balanza se inclina más por la segunda razón porque se ha visto que hay gente ensuciando  baños públicos y, también, no tan públicos como lo son los de sus propios centros laborales.

Ahora, si la mirada va hacia las escuelas, se puede afirmar que no hay ninguna de éstas en la que no se le tenga que estar llamando la atención a los alumnos por la ensuciada, el desperdicio de agua y papel o el mal uso y  destrucción de inodoros, tanques, griferías y hasta el enchapado, puertas  y ventanas de los baños.

Como el uso del servicio es personal, íntimo e inviolable, es imposible hacerle un seguimiento a la gente para detectar a los posibles autores de inimaginables  “sorpresotas” de barbarie antihigiénica ocurrida en los baños. Frente a ello, habrá que seguir limpiando, desinfectando y arreglando. A la vez, sugerir la redecoración de las paredes de baños públicos en un collage de carteles de avisos, recomendaciones, sugerencias y demás, para seguir reintentando reeducar a quienes siempre saben confundirse entre la gente educada. Otra alternativa podría ser una grabación de voz “en off” u oculta que diga: “¡hey amigo, el baño no es tuyo, cuídalo porque otro también tiene el derecho a usarlo limpio. En cuanto a las escuelas, se sabe que hay cosas que se aprenden por repetición; entonces, habrá que repetir y repetir, sin cansancio, el cómo usar adecuadamente los servicios higiénicos. También, hacerles saber a los padres de que la tarea es de ellos, y si confundido entre ellos está un posible ensuciador, que aproveche la ocasión para reeducarse porque si no… habrá que reeducar a padre e hijo.

Hoy en día han proliferado los supermercados o tiendas por departamentos, y todos se muestran con unos servicios higiénicos de primera o bien implementados; incluso, hasta con modernos secadores eléctricos de manos. Aquí, cabe hacer una observación porque también deberían preocuparse en poner a alguien que enseñe a usar esas modernas griferías. Pero, volviendo al tema, hay que decirle a quien es sucio, que si él o ella quieren, se queden con su suciedad, pero que no intente compartirla. Y, a quien es amigo de lo ajeno, que respete siquiera los baños, que en el colmo se han tenido que encadenar hasta los inodoros y tanques.

Es obligado mencionar que, entre la gente que no usa correctamente el servicio higiénico, están hasta algunos de “saco y corbata”, “vestido y cartera” y “uniforme de la patria”, así que no basta reclamarle al personal de mantenimiento la limpieza de lo baños, sino que los usuarios lo sepan usar, considerando que otro también tiene el derecho de hacerlo, pero limpio.

        

viernes, 19 de junio de 2015

¡BARRANCO… no por el barranco!



Quisiera salir a la calle y recorrer Barranco para, durante el recorrido, reafirmar por qué es cultural y tradicional. Quisiera salir a la calle y buscar donde apostarme para explotar mis talentos ante su publicitada fuente de inspiración. Salir y recorrerlo sí puedo, pero lo que no puedo es hallar tan fácilmente lo que ando buscando.

Es así como podría sintetizar lo que viene ocurriendo con el distrito y su gente. No todos, pero sí muchos están de espaldas a la pérdida de la identidad de Barranco y su gente. Y, ante esa penosa realidad… no todos, pero sí muchos, viven y conviven en el distrito sin importarles lo malo que pueda estar sucediendo hasta en sus propias narices.

He llegado a creer que son más los que se llenan la boca auto-distinguiéndose ante los demás como “barranquinos”, y son menos los que les importa hacer algo por su distrito. Ni que decir de quienes están obligados a trabajar por el distrito porque al referir a las últimas administraciones ediles, éstas se han aprovechado de la confianza de sus electores para servirse del cargo, luego para atender a unos y no a todos. Y, si miramos a la actual gestión, a ésta se le ha vuelto a dar la confianza, pero “no se oye padre”.

Hoy, Barranco no es una ciudad limpia. Tampoco, lo es educada. Hay que tener suerte para encontrar a alguien que te salude, oriente o te atienda educadamente. Se defiende absurdamente a una zona monumental que se desluce en cultura o tradición, y a la autoridad edil le hace falta cojones suficientes para saber enfrentar cualquier posible responsabilidad del Ministerio de Cultura. La Av. Bolognesi perdió por completo su concepto vial, comercial y arquitectónico que lo hacía cultural y tradicional. A la Av. Grau se le ha consentido el pintarrajeo de las fachadas, el desorden vehicular, la proliferación de “cuidadores” y “lavacarros”, así como mantenerse lúgubre y sin atractivo comercial. En cuanto al malecón, éste es un lugar público, y como tal debe ser aclarado a quienes lo creen de su propiedad, y con poder para atreverse a “espantar” o calificar de “persona sospechosa” a cuanto posible visitante decida circular por el lugar. Y, si de lo turístico hay que hablar, parece ser que el distrito se ha vuelto un alberge de tanto impresentable extranjero apostado en los semáforos u otros lugares del distrito creyéndose malabaristas o expertos maestros de su incipiente joyería o artesanía. Acabo de acordarme de los celebrados “jue…rgues”, las “ranas que cantan” y demás, pero de seguir refiriendo, como dijera el Dr. Chapatín, me va a “dar cosa”.     


Tras sustentar la iniciativa de un proyecto de trabajo por la educación y/o reeducación en Barranco, hice saber a un entonces candidato que la cultura y tradición no es el Parque Municipal o el Puente de los Suspiros, sino el distrito en sí y su gente. La cuestión es que me dijo que lo leería, pero creo que no lo leyó, y si lo hizo no lo entendió porque está en “chino” para él y sus ayayeros. 

Continuará...

Ahora… “lovers”



Quien vive del espectáculo requiere de audiencia. La audiencia es el público, la hinchada o como pueda llamárseles a quienes “siguen y persiguen” la vida de actores, músicos, cantantes, cómicos, políticos, escritores, etc. Hasta ahí, no habría crítica que le caiga encima. Pero, haciendo la salvedad del caso, viene ocurriendo que la televisión nacional está convirtiendo a cualquier mamarracho en “ídolo” a cuesta de cualquier “escandalete” que él o ella misma provoca o que la televisión los incita a hacerlo. Y, en el colmo, y encima de toda esa morbosidad, a los que les aparecen una colada de adolescentes y jóvenes capaces de inmortalizar la frase de nuestro héroe José Olaya Balandra cuando dijo: “si mil vidas tuviera, gustoso la daría por mi “ídolo”, perdón… por mi patria”.

¿Será culpa de la televisión?, ¿será culpa de los padres?, ¿será culpa de la escuela? o ¿será culpa de los propios muchachos? Cómo ocurre en este país, alguien debe tener la culpa. Entonces, ¿de quién o quiénes es la culpa?

Que la audiencia grite y se jale de los pelos por su ídolo, es aceptable. Que la hinchada llore y diga que ama a su ídolo, también es aceptable. Pero, ídolo… no por cualquier fulano o fulana sin talento, destreza o competencia. A lo que, podría decirse que hay quienes siguen o persiguen a alguien por su belleza física, pero no debería dar para tanto porque… ¡tú, también eres bello o bella!

A la televisión parece no interesarle lo que está creando. A las diferentes autoridades, con respecto a lo que hace la televisión, tampoco. Y, a los padres, se les ha recortado su autoridad para “educar” a su hijo o hija, de tal manera, que si se atrevieran a ponerles un “estate quieto” podrían parar ante una Corte de Justicia. Entonces, ¿cómo será la inmediata sociedad en las que aún nos tocará vivir?

Para la televisión ya no hay público, hinchada o fanáticos; ahora, son “lovers”. Otra de las palabritas de moda que se impone en el recortado vocabulario de la adolescencia y juventud. No todos, pero si muchos son “lovers”, y hay de aquel que “se meta” con cualquiera a los que siguen estos muchachos porque te linchan verbalmente. El Estado ha consentido a tanto defensor o promotor de los derechos humanos que, irónicamente, lo único que han hecho es recortar la autoridad de padres y profesores en la tarea de educar. A tanta defensa sobre los derechos humanos, se ha hecho creer que no hay padres ni profesores buenos… todos son unos maltratadores. ¡Por Dios, hagamos algo Señor!      



               

jueves, 18 de junio de 2015

¿De quién es la culpa?



Quisiera saber de quién es la culpa cuando en la cotidianeidad del día a día hay que soportar a tanta gente mal educada. Y, mal educada no el sentido de cuánto pueda saber o no sobre un tema, sino de aquello que no nos hace bestias.

Ni bien se está en la calle, toca soportar o ser espectador de la malcriadeces de cada tipo o tipa cavernícola a la que no le cabe palabra posible que la haga entrar en razón. En un extremo, y con suma ligereza, se nos puede “mentar la madre” y “cholear”, a viva voz y en frente de terceros, por el solo hecho de reclamarle a alguien su posible bestialidad.

Es una pena que se haya llegado a un punto tal que, a cualquier lado que se mire, haya gente mal educada.

Si le damos una mirada a la conducta de los choferes y peatones, Dios nos libre de ser una víctima de tanto torpe “brevetado” al volante. Dios nos aleje de los “correteos” entre microbuses. Dios nos proteja al estar en un paradero. Dios nos ilumine para saber elegir un servicio seguro. Dios le cierre la boca al descortés o al grosero. Dios provea de agua y jabón a muchos quienes, cual excusa del Chavo del 8, no se bañan porque mañana volverán a ensuciarse. Dios corte las líneas celulares para quienes anden conduciendo con el teléfono al oído. Dios le dé fuerza física a quienes no quieren cruzar las pistas por los puentes peatonales cuando argumentan cansancio. Dios le quite el filo a las cuchillas o navajas de los que asaltan en el microbús. Dios le jale las orejas a la autoridad policial cuando deben estar oportunamente en sus puestos de vigilancia. Dios le baje el aire de las llantas al vehículo del ebrio que pretenda hacerse el “meteoro”. Dios le ponga tachuelas en el suelo de los lugares prohibidos para estacionar. Dios le de otro cachuelo a tanto remedo de malabarista apostado en casi todos los semáforos de la ciudad. ¡Caray, mejor dejo de rogar tanto a Dios porque muchos seguirán de oídos sordos o brazos cruzados.

Si el vistazo va por la conducta del ciudadano, habría que ponerle remedio al  descuido de las áreas públicas y al atentado a la propiedad privada. Se ha comprobado que sobre el primero, el hecho va más por la falta de consideración, civismo, cultura, interés o motivación del vecino, que por la desatención de la autoridad edil. El hecho es discutible. Pero, no se caiga en lo que siempre suele suceder: discutir, discutir y discutir, al punto de desligarse del tema y sin solución alguna.  Sobre lo segundo, se está siendo permisible con hechos como el pintarrajeado de tu fachada o queja de cualquier vecino por lo que legalmente puedas estar haciendo en tu propiedad. El derecho de una persona termina precisamente cuando empieza el de otra. Se lee y entiende fácil, pero no para muchos.

Continuará porque hay que seguir mirando…             

                  

miércoles, 17 de junio de 2015

Vaya… ¡qué tipo!



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Años atrás conocí a un hombre sencillo y humilde si lo quisiera comparar con el hombre de antes y el tipo de ahora. Y, es toda una decepción que el tipo de ahora crea ser “la divina pomada”, “la última chupada del mango”, “la última gaseosa del desierto”, o como criollamente podría seguir llamándolo a quien, con desparpajo, se atrevió a herir mi vocación de maestro al decirme textualmente que dejó “eso de la educación” porque “eso no daba plata”. Peor aún, fue el antes de la conversación porque, cual autodenominado “tipo importante”, decía no recordarme, incluso se atrevió a solicitar mis datos personales y el espacio o tiempo en el que nos conocimos.

- Vaya… ¡qué tipo! – dije a mí mismo.

Ese tipo de hoy no era más el hombre de ayer. A mi pregunta para saber de él, se desató en una avalancha de pura vanidad. En su conversación despotricaba soberbia, y ésta lo hacía olvidar que yo lo conozco; lo digo en el sentido de todas aquellas razones por la que podría estar autorizado a refrescarle la memoria, preguntarle: “¿quién te crees compadre?” o, por último, mandarlo al carajo.

A ese tipo lo hallé por el Facebook, y no porque lo haya estado buscando, sino por la jactancia publicada, para que lo vea “todo el mundo”, de su vuelta a la ciudad como si la ciudad entera estuviera esperando su regreso.

La conversación fue breve porque decidí cortarla. No aguanté tanta petulancia desbordada en un sinfín de cosas de lo que era. Pero, estaba claro que no era  un profesional con grado académico. Lo que entendí fue que se trataba de un “hablador”, de esos que andan de moda haciendo creer que son dueños de la verdad y poseedores de una suficiente autoridad para “calificar” a las personas. En su caso, un hablador con capacidad para que haga creer a ingenuas y candorosas vendedoras que ellas son “lo máximo”, y luego de haberles elevado el ego hasta el ensimismamiento, sean convencidas que por nada del mundo  deberán dejar de vender, sino vender más y más...; claro, sin decirles que el lucrativo beneficio no es para ellas.

El tipo no fue ni es pedagogo. Ocasionalmente le dieron un puesto docente, y creo que fue ahí donde distorsionó lo que es docencia como su posibilidad “artística” para “convencer” a otros de algo, así ese algo no sea real o cierto. Si no es por el Facebook, no hubiera sabido de ese tipo. Él es el único que se cree “tipo importante”. Por otro medio nunca supe del mismo.

Bueno, que siga en lo suyo. “Eso le da plata”, pero NO CLASE.    
    


   

lunes, 18 de mayo de 2015

¡Qué tales MALCRIADAZOS!

Toda una vergüenza para el deporte nacional fue el comportamiento de varios “señores” jugadores aliancistas en el último partido frente al Real Garcilaso, y a quienes le deberá ser merecida una inmediata sanción, por la respectiva federación, porque de lo contrario tendríamos que decir que en este país no hay educación, no hay quien eduque o, estamos tan jodidos, que no hay a quien le importa que nos sigamos jodiendo.

No hay disculpa por la que dicha conducta se pase por alto. No hay disculpa por la que se vaya a decir que todo se desató por la desmedida emoción o la adrenalina del momento. No hay disculpa por la que con una simple disculpa se quiera borrar tales infructuosos hechos. No hay disculpa por la que se permita que estos “señores” se hayan marchado a sus casas alucinándose de todo menos ser unos maleducados. No hay disculpa por la que hasta este momento no se los haya sancionado por ser una vergüenza pública. Y, rogando a Dios, pido a su hinchada una reacción consciente frente a lo que deba y/o pueda ocurrir a consecuencia de tan repudiable conducta porque ¡sí al juego, pero… así, NO!

Peor muestra de mala educación se prohíbe cunda sin su correspondiente correctivo, y deben ser los medios deportivos y comentaristas, no sólo quienes se mantengan al nivel de la crítica, sino trasciendan al de la demanda sobre las acciones correctivas que deberán hacerse públicas porque no se le ha faltado el respeto a un árbitro sino a toda una nación.

Quien es persona educada no actúa en escenario distinto al de falta de conciencia, valores y los buenos hábitos y costumbres. Para ser educado no se necesita títulos o diplomas. Quien no ha sido educado, nunca pierde la oportunidad para poder serlo. La educación no se vasta de la cantidad de conocimientos sino de la calidad humana a que éstos mismos te conllevan a ser. Quien fue educado, y olvidó serlo, hay que reeducarlo o recordar que debe serlo. Quien dice haber sido educado, pero nunca demuestra serlo, entonces hay que educarlo porque miente, ya que la educación no se reprime brota sola.


Seamos conscientes y no pensemos que se exagera en el tema. Seamos conscientes y no dejemos que el tema sea olvidado. Seamos conscientes porque hay mucha gente inconsciente en este país que, por esa inconsciencia, nada ni nadie lo detiene a creerse en capacidad para “mentar la madre” a todo quien no actúe, diga o piense como él o ella.                                                             

jueves, 14 de mayo de 2015

Yo no fui, fue teté

Ni hablar de nacionalismo. Menos, de trascendente, épico o “boom musical”, si, en intención educativa, me obligo a opinar sobre el “éxito” de una canción que no suena a cosa distinta que “más de lo mismo”. Y, si a ello, de su letra, lo más que puede entenderse es un canturreado “yo no fui, fue teté”, deberíamos poner mayor e inmediata atención a la endeble formación educativa, y de personalidad, de quienes corren desesperados argumentando “no ser ellos mismos” sino son parte de los clubes de fanáticos o, ahora, “lovers” de tanto inimitable personaje aparecido en las pantallas de televisión nacional haciendo su “show”.

Parece increíble que cada vez seamos más influenciables por aquellos programetes que pagan con publicidad a cambio del escándalo. Igualmente, que haya tantos adolescentes, jóvenes, y hasta adultos, perdiendo el tiempo interesados en la vida ajena de tanto peculiar o majadero personaje que le pongan en frente. Y, si del éxito musical del “yo no fui, fue teté”, debo seguir opinando, no sé cómo se dejan quitar el tiempo y, a la vez, el dinero, a través de cuanto medio virtual exista, para transformar en “éxito musical” lo que en la realidad no es más que una trivial letra y música.

Mañana, tarde y noche no hay de estos programas que no dejen de mostrarnos a sus “celebridades”, y aunque intenten diferenciarse, siempre se valen de las mismas para sostener su rating. No hay nadie que los detenga. Parece ser que hay un mutuo convenio entre la autoridad estatal y el empresariado televisivo y radial para mantenernos distraídos de cuanto “error” u “horror político” ocurra. Y, sí que les está resultando la mutua conveniencia porque son más los interesados en lo que dicen, desdicen, pecan, sueñan, comen, venden o visten ciertos personajes faranduleros, y menos los preocupados en el bienestar personal de sí mismos o su familia.                     

Se dice que la canción, cuya parte legible de su letra se oye “Yo no fui, fue teté”, ha alcanzado tal rating musical como hit del momento que su intérprete amenaza con un segundo tema. Así como van las cosas, sólo quedaría el pronunciamiento de la Asociación Peruana de Autores y Compositores – APDAY con la entrega del reconocimiento respectivo. ¡Por Dios, no creo ocurra ello!