lunes, 22 de junio de 2015

“Si…meón” y “Titi…caca”



En su mayoría de veces que he tenido la necesidad de usar un baño público he salido huyendo ni bien puse un pie dentro del mismo. ¡Puf!, ¡aj! o ¡qué asco!, fue lo que dije en las distintas huidas.

¿Se trata de falta de limpieza o hay gente muy sucia?  La balanza se inclina más por la segunda razón porque se ha visto que hay gente ensuciando  baños públicos y, también, no tan públicos como lo son los de sus propios centros laborales.

Ahora, si la mirada va hacia las escuelas, se puede afirmar que no hay ninguna de éstas en la que no se le tenga que estar llamando la atención a los alumnos por la ensuciada, el desperdicio de agua y papel o el mal uso y  destrucción de inodoros, tanques, griferías y hasta el enchapado, puertas  y ventanas de los baños.

Como el uso del servicio es personal, íntimo e inviolable, es imposible hacerle un seguimiento a la gente para detectar a los posibles autores de inimaginables  “sorpresotas” de barbarie antihigiénica ocurrida en los baños. Frente a ello, habrá que seguir limpiando, desinfectando y arreglando. A la vez, sugerir la redecoración de las paredes de baños públicos en un collage de carteles de avisos, recomendaciones, sugerencias y demás, para seguir reintentando reeducar a quienes siempre saben confundirse entre la gente educada. Otra alternativa podría ser una grabación de voz “en off” u oculta que diga: “¡hey amigo, el baño no es tuyo, cuídalo porque otro también tiene el derecho a usarlo limpio. En cuanto a las escuelas, se sabe que hay cosas que se aprenden por repetición; entonces, habrá que repetir y repetir, sin cansancio, el cómo usar adecuadamente los servicios higiénicos. También, hacerles saber a los padres de que la tarea es de ellos, y si confundido entre ellos está un posible ensuciador, que aproveche la ocasión para reeducarse porque si no… habrá que reeducar a padre e hijo.

Hoy en día han proliferado los supermercados o tiendas por departamentos, y todos se muestran con unos servicios higiénicos de primera o bien implementados; incluso, hasta con modernos secadores eléctricos de manos. Aquí, cabe hacer una observación porque también deberían preocuparse en poner a alguien que enseñe a usar esas modernas griferías. Pero, volviendo al tema, hay que decirle a quien es sucio, que si él o ella quieren, se queden con su suciedad, pero que no intente compartirla. Y, a quien es amigo de lo ajeno, que respete siquiera los baños, que en el colmo se han tenido que encadenar hasta los inodoros y tanques.

Es obligado mencionar que, entre la gente que no usa correctamente el servicio higiénico, están hasta algunos de “saco y corbata”, “vestido y cartera” y “uniforme de la patria”, así que no basta reclamarle al personal de mantenimiento la limpieza de lo baños, sino que los usuarios lo sepan usar, considerando que otro también tiene el derecho de hacerlo, pero limpio.

        

viernes, 19 de junio de 2015

¡BARRANCO… no por el barranco!



Quisiera salir a la calle y recorrer Barranco para, durante el recorrido, reafirmar por qué es cultural y tradicional. Quisiera salir a la calle y buscar donde apostarme para explotar mis talentos ante su publicitada fuente de inspiración. Salir y recorrerlo sí puedo, pero lo que no puedo es hallar tan fácilmente lo que ando buscando.

Es así como podría sintetizar lo que viene ocurriendo con el distrito y su gente. No todos, pero sí muchos están de espaldas a la pérdida de la identidad de Barranco y su gente. Y, ante esa penosa realidad… no todos, pero sí muchos, viven y conviven en el distrito sin importarles lo malo que pueda estar sucediendo hasta en sus propias narices.

He llegado a creer que son más los que se llenan la boca auto-distinguiéndose ante los demás como “barranquinos”, y son menos los que les importa hacer algo por su distrito. Ni que decir de quienes están obligados a trabajar por el distrito porque al referir a las últimas administraciones ediles, éstas se han aprovechado de la confianza de sus electores para servirse del cargo, luego para atender a unos y no a todos. Y, si miramos a la actual gestión, a ésta se le ha vuelto a dar la confianza, pero “no se oye padre”.

Hoy, Barranco no es una ciudad limpia. Tampoco, lo es educada. Hay que tener suerte para encontrar a alguien que te salude, oriente o te atienda educadamente. Se defiende absurdamente a una zona monumental que se desluce en cultura o tradición, y a la autoridad edil le hace falta cojones suficientes para saber enfrentar cualquier posible responsabilidad del Ministerio de Cultura. La Av. Bolognesi perdió por completo su concepto vial, comercial y arquitectónico que lo hacía cultural y tradicional. A la Av. Grau se le ha consentido el pintarrajeo de las fachadas, el desorden vehicular, la proliferación de “cuidadores” y “lavacarros”, así como mantenerse lúgubre y sin atractivo comercial. En cuanto al malecón, éste es un lugar público, y como tal debe ser aclarado a quienes lo creen de su propiedad, y con poder para atreverse a “espantar” o calificar de “persona sospechosa” a cuanto posible visitante decida circular por el lugar. Y, si de lo turístico hay que hablar, parece ser que el distrito se ha vuelto un alberge de tanto impresentable extranjero apostado en los semáforos u otros lugares del distrito creyéndose malabaristas o expertos maestros de su incipiente joyería o artesanía. Acabo de acordarme de los celebrados “jue…rgues”, las “ranas que cantan” y demás, pero de seguir refiriendo, como dijera el Dr. Chapatín, me va a “dar cosa”.     


Tras sustentar la iniciativa de un proyecto de trabajo por la educación y/o reeducación en Barranco, hice saber a un entonces candidato que la cultura y tradición no es el Parque Municipal o el Puente de los Suspiros, sino el distrito en sí y su gente. La cuestión es que me dijo que lo leería, pero creo que no lo leyó, y si lo hizo no lo entendió porque está en “chino” para él y sus ayayeros. 

Continuará...

Ahora… “lovers”



Quien vive del espectáculo requiere de audiencia. La audiencia es el público, la hinchada o como pueda llamárseles a quienes “siguen y persiguen” la vida de actores, músicos, cantantes, cómicos, políticos, escritores, etc. Hasta ahí, no habría crítica que le caiga encima. Pero, haciendo la salvedad del caso, viene ocurriendo que la televisión nacional está convirtiendo a cualquier mamarracho en “ídolo” a cuesta de cualquier “escandalete” que él o ella misma provoca o que la televisión los incita a hacerlo. Y, en el colmo, y encima de toda esa morbosidad, a los que les aparecen una colada de adolescentes y jóvenes capaces de inmortalizar la frase de nuestro héroe José Olaya Balandra cuando dijo: “si mil vidas tuviera, gustoso la daría por mi “ídolo”, perdón… por mi patria”.

¿Será culpa de la televisión?, ¿será culpa de los padres?, ¿será culpa de la escuela? o ¿será culpa de los propios muchachos? Cómo ocurre en este país, alguien debe tener la culpa. Entonces, ¿de quién o quiénes es la culpa?

Que la audiencia grite y se jale de los pelos por su ídolo, es aceptable. Que la hinchada llore y diga que ama a su ídolo, también es aceptable. Pero, ídolo… no por cualquier fulano o fulana sin talento, destreza o competencia. A lo que, podría decirse que hay quienes siguen o persiguen a alguien por su belleza física, pero no debería dar para tanto porque… ¡tú, también eres bello o bella!

A la televisión parece no interesarle lo que está creando. A las diferentes autoridades, con respecto a lo que hace la televisión, tampoco. Y, a los padres, se les ha recortado su autoridad para “educar” a su hijo o hija, de tal manera, que si se atrevieran a ponerles un “estate quieto” podrían parar ante una Corte de Justicia. Entonces, ¿cómo será la inmediata sociedad en las que aún nos tocará vivir?

Para la televisión ya no hay público, hinchada o fanáticos; ahora, son “lovers”. Otra de las palabritas de moda que se impone en el recortado vocabulario de la adolescencia y juventud. No todos, pero si muchos son “lovers”, y hay de aquel que “se meta” con cualquiera a los que siguen estos muchachos porque te linchan verbalmente. El Estado ha consentido a tanto defensor o promotor de los derechos humanos que, irónicamente, lo único que han hecho es recortar la autoridad de padres y profesores en la tarea de educar. A tanta defensa sobre los derechos humanos, se ha hecho creer que no hay padres ni profesores buenos… todos son unos maltratadores. ¡Por Dios, hagamos algo Señor!      



               

jueves, 18 de junio de 2015

¿De quién es la culpa?



Quisiera saber de quién es la culpa cuando en la cotidianeidad del día a día hay que soportar a tanta gente mal educada. Y, mal educada no el sentido de cuánto pueda saber o no sobre un tema, sino de aquello que no nos hace bestias.

Ni bien se está en la calle, toca soportar o ser espectador de la malcriadeces de cada tipo o tipa cavernícola a la que no le cabe palabra posible que la haga entrar en razón. En un extremo, y con suma ligereza, se nos puede “mentar la madre” y “cholear”, a viva voz y en frente de terceros, por el solo hecho de reclamarle a alguien su posible bestialidad.

Es una pena que se haya llegado a un punto tal que, a cualquier lado que se mire, haya gente mal educada.

Si le damos una mirada a la conducta de los choferes y peatones, Dios nos libre de ser una víctima de tanto torpe “brevetado” al volante. Dios nos aleje de los “correteos” entre microbuses. Dios nos proteja al estar en un paradero. Dios nos ilumine para saber elegir un servicio seguro. Dios le cierre la boca al descortés o al grosero. Dios provea de agua y jabón a muchos quienes, cual excusa del Chavo del 8, no se bañan porque mañana volverán a ensuciarse. Dios corte las líneas celulares para quienes anden conduciendo con el teléfono al oído. Dios le dé fuerza física a quienes no quieren cruzar las pistas por los puentes peatonales cuando argumentan cansancio. Dios le quite el filo a las cuchillas o navajas de los que asaltan en el microbús. Dios le jale las orejas a la autoridad policial cuando deben estar oportunamente en sus puestos de vigilancia. Dios le baje el aire de las llantas al vehículo del ebrio que pretenda hacerse el “meteoro”. Dios le ponga tachuelas en el suelo de los lugares prohibidos para estacionar. Dios le de otro cachuelo a tanto remedo de malabarista apostado en casi todos los semáforos de la ciudad. ¡Caray, mejor dejo de rogar tanto a Dios porque muchos seguirán de oídos sordos o brazos cruzados.

Si el vistazo va por la conducta del ciudadano, habría que ponerle remedio al  descuido de las áreas públicas y al atentado a la propiedad privada. Se ha comprobado que sobre el primero, el hecho va más por la falta de consideración, civismo, cultura, interés o motivación del vecino, que por la desatención de la autoridad edil. El hecho es discutible. Pero, no se caiga en lo que siempre suele suceder: discutir, discutir y discutir, al punto de desligarse del tema y sin solución alguna.  Sobre lo segundo, se está siendo permisible con hechos como el pintarrajeado de tu fachada o queja de cualquier vecino por lo que legalmente puedas estar haciendo en tu propiedad. El derecho de una persona termina precisamente cuando empieza el de otra. Se lee y entiende fácil, pero no para muchos.

Continuará porque hay que seguir mirando…             

                  

miércoles, 17 de junio de 2015

Vaya… ¡qué tipo!



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Años atrás conocí a un hombre sencillo y humilde si lo quisiera comparar con el hombre de antes y el tipo de ahora. Y, es toda una decepción que el tipo de ahora crea ser “la divina pomada”, “la última chupada del mango”, “la última gaseosa del desierto”, o como criollamente podría seguir llamándolo a quien, con desparpajo, se atrevió a herir mi vocación de maestro al decirme textualmente que dejó “eso de la educación” porque “eso no daba plata”. Peor aún, fue el antes de la conversación porque, cual autodenominado “tipo importante”, decía no recordarme, incluso se atrevió a solicitar mis datos personales y el espacio o tiempo en el que nos conocimos.

- Vaya… ¡qué tipo! – dije a mí mismo.

Ese tipo de hoy no era más el hombre de ayer. A mi pregunta para saber de él, se desató en una avalancha de pura vanidad. En su conversación despotricaba soberbia, y ésta lo hacía olvidar que yo lo conozco; lo digo en el sentido de todas aquellas razones por la que podría estar autorizado a refrescarle la memoria, preguntarle: “¿quién te crees compadre?” o, por último, mandarlo al carajo.

A ese tipo lo hallé por el Facebook, y no porque lo haya estado buscando, sino por la jactancia publicada, para que lo vea “todo el mundo”, de su vuelta a la ciudad como si la ciudad entera estuviera esperando su regreso.

La conversación fue breve porque decidí cortarla. No aguanté tanta petulancia desbordada en un sinfín de cosas de lo que era. Pero, estaba claro que no era  un profesional con grado académico. Lo que entendí fue que se trataba de un “hablador”, de esos que andan de moda haciendo creer que son dueños de la verdad y poseedores de una suficiente autoridad para “calificar” a las personas. En su caso, un hablador con capacidad para que haga creer a ingenuas y candorosas vendedoras que ellas son “lo máximo”, y luego de haberles elevado el ego hasta el ensimismamiento, sean convencidas que por nada del mundo  deberán dejar de vender, sino vender más y más...; claro, sin decirles que el lucrativo beneficio no es para ellas.

El tipo no fue ni es pedagogo. Ocasionalmente le dieron un puesto docente, y creo que fue ahí donde distorsionó lo que es docencia como su posibilidad “artística” para “convencer” a otros de algo, así ese algo no sea real o cierto. Si no es por el Facebook, no hubiera sabido de ese tipo. Él es el único que se cree “tipo importante”. Por otro medio nunca supe del mismo.

Bueno, que siga en lo suyo. “Eso le da plata”, pero NO CLASE.