Por Dios, que mentiroso!
-
“¿Quién no ha mentido en su vida?” - Es lo que, por lo general, excusa el
mentiroso cuando se siente acorralado por mentiroso.
Ya
que soy hombre, quiero hablar del mentiroso porque no me corresponde hacerlo de
una mujer; más aún, si hay cada mentiroso que ha desmentido otra de las teorías
por la que se dice que el hombre es menos mentiroso.
Si
un hombre te debe dinero, te contará todas las “historias” posibles para
decirte que te pagará mañana o lo más pronto posible. La probabilidad que te
pague es nula. Pero si te pagó, nunca más negocies o prestes al mismo porque tú
mismo te estarías mintiendo que te volverá a pagar.
Si
un hombre tiene que cumplirte con un trabajo, te contará todas las “historias”
posibles para decirte que te cumplirá mañana o lo más pronto posible. La
probabilidad que te cumpla es nula. Pero si te cumplió, nunca más encargues un
trabajo al mismo, ya que por tú culpa se haría más mentiroso.
Me
he encontrado con cada caso, pudiendo decir que el mentiroso sí cambia, pero
para hacerse más mentiroso. No sé si hay mentira blanca, gris y negra. Tampoco
sé que si de acuerdo al color de la mentira se es menos mentiroso. Lo que sé es
que si por la mentira se afecta a otros, se es mentiroso.
La
convivencia familiar, social o laboral, no conlleva a la mentira sino al
ejercicio del “derecho y obligación” u “obligación y derecho” o, como mejor se
diga para entender que ni uno ni otro se sobrepone porque se validan tan igual,
en su contenido y descripción, para regular la conducta o comportamiento del
hombre. Entonces, podría decirse que actuar con reparo, respeto, cortesía y
gentileza, frente a nuestros semejantes es educación, y no una mentira de color
blanca. También, podría decirse que quien actúa, sin todo lo anterior, no es
que deba considerársele como suelen autodenominarse personas “sin pelos en la
lengua”, “directas”, “no hipócritas” o “no mentirosas”, sino bastante atrevidas
en su ejercicio unilateral sólo del derecho.
Nuevamente,
no creo haya colores para la mentira. Lo que va con la educación en pos de una
convivencia armoniosa no es mentira. Habría que meditar o auto analizarse para
descubrir que tanto me afecta o afecto a otros cuando miento, partiendo de ahí
podríamos decir si somos mentirosos. Pero, si no pudieras meditar o autoanalizarte,
no te esfuerces porque eres tan mentiroso que tú mismo estás llegando a creerte
tus mentiras.
Edgar
Andrés Cuya Morales
Pedagogo
www.elsegundohogar.blogspot.com/