martes, 18 de noviembre de 2014

Por Dios, que mentiroso!

- “¿Quién no ha mentido en su vida?” - Es lo que, por lo general, excusa el mentiroso cuando se siente acorralado por mentiroso.

Ya que soy hombre, quiero hablar del mentiroso porque no me corresponde hacerlo de una mujer; más aún, si hay cada mentiroso que ha desmentido otra de las teorías por la que se dice que el hombre es menos mentiroso.
   
Si un hombre te debe dinero, te contará todas las “historias” posibles para decirte que te pagará mañana o lo más pronto posible. La probabilidad que te pague es nula. Pero si te pagó, nunca más negocies o prestes al mismo porque tú mismo te estarías mintiendo que te volverá a pagar.

Si un hombre tiene que cumplirte con un trabajo, te contará todas las “historias” posibles para decirte que te cumplirá mañana o lo más pronto posible. La probabilidad que te cumpla es nula. Pero si te cumplió, nunca más encargues un trabajo al mismo, ya que por tú culpa se haría más mentiroso.

Me he encontrado con cada caso, pudiendo decir que el mentiroso sí cambia, pero para hacerse más mentiroso. No sé si hay mentira blanca, gris y negra. Tampoco sé que si de acuerdo al color de la mentira se es menos mentiroso. Lo que sé es que si por la mentira se afecta a otros, se es mentiroso.

La convivencia familiar, social o laboral, no conlleva a la mentira sino al ejercicio del “derecho y obligación” u “obligación y derecho” o, como mejor se diga para entender que ni uno ni otro se sobrepone porque se validan tan igual, en su contenido y descripción, para regular la conducta o comportamiento del hombre. Entonces, podría decirse que actuar con reparo, respeto, cortesía y gentileza, frente a nuestros semejantes es educación, y no una mentira de color blanca. También, podría decirse que quien actúa, sin todo lo anterior, no es que deba considerársele como suelen autodenominarse personas “sin pelos en la lengua”, “directas”, “no hipócritas” o “no mentirosas”, sino bastante atrevidas en su ejercicio unilateral sólo del derecho.

Nuevamente, no creo haya colores para la mentira. Lo que va con la educación en pos de una convivencia armoniosa no es mentira. Habría que meditar o auto analizarse para descubrir que tanto me afecta o afecto a otros cuando miento, partiendo de ahí podríamos decir si somos mentirosos. Pero, si no pudieras meditar o autoanalizarte, no te esfuerces porque eres tan mentiroso que tú mismo estás llegando a creerte tus mentiras.          


                                                                                           Edgar Andrés Cuya Morales
                                                                                                         Pedagogo

                                                                                   www.elsegundohogar.blogspot.com/

lunes, 17 de noviembre de 2014

¡Si no hay solución… a la huelga!

La huelga es un derecho laboral. Pero, vista desde las distintas condiciones o modalidades “legales” de contratación, las cuales son “bien aprovechadas” por lo empleadores, resulta que tal afirmación no aplica de modo general o simple a la gran masa de trabajadores. Es más, quienes pueden hacer ejercicio de tal derecho, corren el riesgo de declarársele “ilegal” así hayan atendido las exigencias y observaciones que la ley laboral les demanda.

Recientemente, en la 18° Reunión Regional Americana de la Organización Internacional del Trabajo – OIT, celebrada en este país, el gobierno de turno no hizo más que hacer creer a los observadores y visitantes extranjeros que por acá, en el tema laboral, “todo anda bien” y “todo es progreso”. En el colmo, que por acá hay “trabajo para todos” y “todos están absolutamente protegidos en sus derechos laborales”. Pero, ¿cuánto de permisibilidad o, mejor dicho, “traición” a nuestra propia lucha tenemos si ocurrió que días antes de dicha reunión, cual poder mágico, quienes venían en huelga desaparecieron de las calles, y los medios noticiosos hicieron mutis inmediato?

No todo, pero bastante se ha logrado cuando las masas han decidido firmemente “ponerse de pie”, ya sea para terminar con el desastre a causa de otros o, para alcanzar un beneficioso fin o derecho colectivo. De aquí, podría decirse, nace el derecho laboral de “parar” para quienes deciden hacerse oír frente a la selectiva o repentina sordera de algunos empleadores. Sin embargo, es tanta la masa de trabajadores incluidos en diversas modalidades de contratación que la huelga o el “parar” no se le está permitido.

A quienes no se les está permitida la huelga o el “parar”, no le queda mayor opción que “aguantarse” o “salir por la puerta”. Esta última, permanentemente “abierta” como suelen recordarles algunos empleadores a sus trabajadores. Entonces, ¿cuál es la protección de la que se ufana el Estado frente a los derechos del trabajador?

A quienes se les está permitida la huelga o “el parar”, no le queda mayor y única opción que “mantenerse firmes y unidos en su causa”, pero sin violencia y con disposición permanente a dialogar por un acuerdo entre las partes, donde no haya vencedores ni vencidos, sino el más justo derecho y, a la vez, obligación en lo que competa a cada quien; entonces, se acabaría con tanta amenaza de “despido” o “descuentos”, tanto acuerdo que no se cumple o, sin negar que ocurre, llevar todo al reclamo con una inmediata huelga. Pero, si el propio Estado es quien desampara: “¡si no hay solución… a la huelga!”.


                                                                           Edgar Andrés Cuya Morales
                                                                                     Pedagogo

                                                                       

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Noviembre, y ya es Navidad

La semana tiene 7 días. El día sigue teniendo 24 horas, y la hora no ha dejado de tener 60 minutos. Sin embargo, desde cualquier punto de comparación, al traer el tiempo pasado al presente, parece que ahora transcurriera velozmente, al punto que nadie puede negar que los minutos, horas, días, semanas, meses y años… “pasan volando”. Pero, aún así, y no por ello, es Noviembre, y ya es Navidad.

Ni bien el calendario marcó el inicio de Noviembre, empezó esa presión psicosocial por la que los peruanos de a pie, el pueblo, hemos mal entendido que mientras más grande sea el pavo, mejor marca sea el panetón y más ostentoso sea el regalo, mejor es la navidad. Consecuentemente, se ha distorsionado su real significado; distanciándonos de todo cuanto nos sensibiliza, solidariza o hace buenos y mejores seres humanos. Entonces, ¿quién o cuál es el propósito de adelantarnos el “espíritu navideño”, ahora, desde noviembre?

Quisiera volver a creer que la navidad nos sensibiliza, une o nos hace buenos y mejores seres humanos, pero ocurre todo lo contario porque cada año se describe un aumento de personas y familias en condición laboral, económica y social que sufre del egoísmo y maltrato de otros.

La navidad, cual debiera despertar sensatos y elogiables pensamientos, deseos y acciones de humanidad, acentúa la condición de los que menos o, simplemente, no tienen con qué celebrarla. Sobre el mismo, no me contradigo porque las fiestas han de celebrarse, y que mejor si se cuenta con recursos porque se sufre tener que sumirse en la miseria, y se peca cuando se ostenta, más si el ostentoso hace gala con lo que quita o priva a otros.

No estoy de acuerdo con quienes esperan “sentados”, “acostados” o de “brazos cruzados” que las cosas le caigan del cielo, pero la falta de oportunidades y esa degenerada forma de “sobresalir” de muchos, lo que hace es desemplear y abusar de más peruanos. Y, en ocasión de las próximas fiestas navideñas,  dejándolos, tal vez, con el “espíritu navideño”, pero sin los recursos para el derecho a celebrarla.

¿Cuándo empezaremos a cambiar, pero para bien?, ¿cuándo se verá en oportunidades o, tangiblemente, en el bolsillo de los peruanos de a pie, el pueblo, lo que se dice sobre el crecimiento económico de este país? Los años pasan volando. Los que éramos jóvenes, como los años pasan volando, ya no lo somos. Los que eran adultos, así como pasan los años, ya no lo son. A cualquier edad, todos esperamos que las cosas cambien para bien, a fin se frene con tanta degeneración del pensamiento, deseo, acto o conducta humana.

Si de la navidad se trata, todos tenemos derecho a celebrarla.   

                                                                                        Edgar Andrés Cuya Morales
                                                                                                    Pedagogo

                                                                               www.elsegundohogar.blogspot.com/