miércoles, 4 de abril de 2018

“Mayor esmero”




Cualquier opinión sobre la labor docente siempre será favorable porque a la misma le es inherente la dedicación, el esmero, la preocupación y todo cuanto la valora y, sobretodo, la diferencia de cualquier otra labor al servicio de los demás. Lo que implica que quienes la ejercen no hacen otra cosa sino actuar con tal dedicación, esmero, preocupación y todo cuanto haga de su labor digna del aprecio y gratitud. Aquí, no cabe mención monetaria, ni escalas, ni condición contractual u otras, porque la labor docente, en sí, no se sujeta a ninguna otra condición que no sea la vocación de servicio.
Sin embargo, existe en paralelo a la opinión favorable una contraparte que – como va la cosa – desmerece, no sólo la labor docente, sino el título de profesor.
- ¿Culpa de qué o quién?
Pues, aunque para algunos cueste aceptar la búsqueda de culpables, corresponde identificarlos porque sí los hay, y aunque parezca increíble buena culpa la tienen quienes la ejercen.
- Mamá, en mi salón de clases se armó tal alboroto entre mis compañeras que terminó dejando infelices a muchas. / - Dibujamos todo el día. La profesora no vino./
- Hay un niño que no me deja en paz. Todo el rato me molesta. No quiero ir al colegio. / - No revisó la tarea. / - El profesor no me hace caso. / - ¡No, la profesora dijo que lo hagan como ella dice! / - Ni revisó mi trabajo. / - Otra vez faltó. / - Sólo hicimos eso. / - La profesora no sabe mi nombre. / - El profesor huele mal. / - El problema es de casa. / - ¡Esos chicos son imposibles! / - Ya hemos hecho de todo. / Etc.
Del otro lado, buena culpa también la tiene el padre, la madre o cualquier otro adulto, viviendo bajo el mismo techo de los aprendices, que no educan o, equívocamente, creen educar en los extremos de la “sobreprotección” o “abandono” del aprendiz en el sentido de que sea quien se eduque a su propia “interpretación” de la vida.
Cada quien es responsable, y obedeciendo a la vocación – de un lado – o al amor por los suyos – del otro lado – debieran obligarse a educar y formar a la niñez y adolescencia en lo que vaya permitiéndoles reconocer y rechazar las maldades que nos agobian, así como aprender a incursionar u obrar por el bienestar personal y colectivo con sus saberes (conocimiento) y saber hacer y saber ser.  Que, “no se salgan con la suya” quienes están queriendo el “divorcio” definitivo de quienes educan tanto en el Primer Hogar como Segundo Hogar porque no hace sino dividir y discriminar a la población en poca gente educada y mucha gente mal educada, así es fácil ganarle el voto a la mayoría para que se siga gobernando para unos y no para todos.