Hasta
hace unos días atrás seguía creyendo que existe alguien a quien recurrir o
ampararse cuando otros te hacen la vida imposible. Sí, digo la vida imposible
para vivirla, ya sea como ciudadano,
trabajador, administrado, propietario, inquilino, cliente… en fin, todo aquel
escenario de la realidad en la que nos toca vivir, y en el que debemos actuar.
Desde
que actúo en el escenario de la vida he aprendido a enfrentar situaciones
problemáticas. No digo que todas sean del tipo problemáticas, pero abundan al
extremo de darse por aceptado que “una vida sin problemas, no es vida”. A lo
que cabe la reflexión: “vaya manera de tener que vivir”.
En
todo cuanto pueda abarcar el sentido de la frase, no puedo negar que… “cuanto
más difícil se hace algo por conseguirse, mayor es la satisfacción si ese algo
se alcanza”. Sin embargo, no es posible su generalidad a lo que hoy se vive
porque si eres honesto son más las veces que debemos enfrentarnos contra
quienes te hacen la vida imposible de vivirla con honestidad. Es así, que si
conducimos un automóvil respetando las normas de tránsito tenemos que
enfrentarnos a la amenaza constante de una posibilidad de chocar, accidentarnos
o ser victimados hasta con los peores y más hirientes insultos, y de todo o
algo que nos pudiera ocurrir en este caso, tener que ser tratado del mismo modo
que quien a toda vista no es honesto o degeneró su honestidad. También, ocurre
que si nos toca vivir la de administrados frente a cualquier institución
pública, si que nos la hacen imposible al punto de tirar todo por la borda, ser
víctimas del abuso de autoridad u optar por corrompernos tratando de coimear.
En lo peor del caso, tener que aceptar otra de las frases más comunes en este
medio con la que se suele decir que “con honestidad no se saca ni obtiene nada”;
entonces, debemos “aceitar” para que nos salgan las cosas como las esperábamos.
Había
una regla en ciertos juegos infantiles de antaño por la que se solía decir
“cada uno por su pellejo”. Esta regla no sé si se extrajo de la vivencia
diaria, pero si sé que hoy en día describe cómo vivimos. Llegamos a ver que
hasta en una relación entre hermanos esta regla aplica sin ser ésta parte de un
juego entre ellos, sino la vida misma.
Como
duele saber que no hay a quien recurrir si queremos seguir siendo honestos.
Como duele saber que nada se hace por no permitir la degeneración de la
honestidad. Como duele saber que por ser honestos hay que aguantarse hasta quedarse
sin un trabajo. Como duele saber que por ser honestos hay que tolerar el
agravio de otros. Como duele saber que por ser honestos materialmente podemos no
tener nada de nada. Como duele saber que otros piensen o, simplemente, se mantengan
indiferentes; haciéndonos creer que todo anda bien en nuestra sociedad. Como
duele saber que ahora esté escribiendo estas líneas, y me sea casi imposible publicarlas
o profesarlas para la reflexión de las autoridades, la población, mis colegas y
estudiantes.
Autor: Edgar Andrés Cuya Morales
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